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Luis Davelouis: Más miedo que amor

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Cada cinco años entre los pretendientes a la presidencia aparece un candidato que le afloja la pretina de los calzones a buena parte de la población por los mensajes y propuestas que trae consigo. En una elección que empezó con 19 candidatos, ese individuo estaba partido al menos en tres: Cerrón, Santos y Mendoza. Tal y como terminó ocurriendo con Ollanta Humala, a medida que se acerca la fecha de las elecciones, los miedos y los hartazgos van decantando en uno u otro sentido: por un lado, el "no desandar lo avanzado (aunque no avancemos más, así estamos bien)" y, por el otro, "tiene que haber cambio (todos son basura, pero al menos de este no me consta)".

Esto explica por qué el antivoto arrecia conforme nos acercamos al 10 de abril, pero, ojo, eso no define nada; entre lo fatal y lo asqueroso el rango de lo aceptable se amplía de maneras insospechadas.

Así, vemos que los candidatos con mayor antivoto, según Ipsos, son García (71%), Fujimori (49%) y Mendoza (42%) y que la tendencia es creciente en todos los casos. Un ejercicio interesante es medir el antivoto en segunda vuelta: siempre según Ipsos, Keiko está en empate técnico con los tres que le siguen y, en todos los casos, el voto blanco o viciado ronda el 20%, salvo con García, que llega a 39%. Eso significa que, dadas determinadas condiciones, el "definitivamente no votaría por este" (lo que constituye el antivoto propiamente dicho) podría convertirse en un "ya bueno, votaría por este solo para que no salga este otro".

Esto sugiere que Barnechea y PPK acumularían menos antivoto (representan "experiencia" y "buenas ideas") que Mendoza (representa "novedad"). Lo nuevo no es necesariamente bueno, y menos en el país de lo viejo conocido.