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Luis Davelouis: Mercado imperfecto

“Resulta muy interesante que haya tanta asociación de defensa de los consumidores, que estos establecimientos tengan cientos de miles de clientes y que estas prácticas se mantengan”.

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Cuando todas las decisiones se supeditan y subordinan a la obtención de utilidades, esperar cualquier cosa que no tenga algún correlato en metálico es un poco iluso. "Si no me es rentable de alguna manera, no cuentes con ello". Como es lógico, si esto se combina con una mirada de corto plazo y un entorno de baja, nula o deficiente regulación, estamos frente a un altísimo riesgo de abuso.

Por ejemplo, ¿cuál es el incentivo de una empresa minorista para portarse bien consistentemente? Que sus clientes sigan comprando. ¿Pero qué pasa si esa clientela no tiene mucho problema con que la maltraten porque todos los competidores hacen lo mismo?

El estándar, por ejemplo, es que, en estricto, no existen las devoluciones. No importa si no le gustó el color de lo que le vendieron y se arrepintió, o si eso que le vendieron estaba malogrado o se malogró dentro de la garantía y no puede ser reemplazado por uno igual porque se les agotó el stock y el negocio de al frente tiene el mismo producto incluso a un precio menor. Nada importa, no hay devoluciones, ya les dio su plata y jamás dejarán que se vaya; ahora el verdadero dueño de su dinero es el establecimiento y, por eso, puede decidir qué puede o no hacer usted con él. Incluso puede decidir que si usted no toma una decisión dentro de un plazo, está en el derecho de quedarse con su plata. "¿Cómo? –preguntará usted–, eso no es posible". Pero lo es y de hecho sucede. Y mucho, porque son procedimientos estándar que se aplican por defecto, lo que significa que, si no reclama, lo ensartan por defecto.

Es interesante que haya tanta asociación de defensa de los consumidores, que estos establecimientos tengan miles de clientes y que estas prácticas se mantengan por tanto tiempo. A ver, ¿quién dice yo?