/getHTML/media/1238511
Lo último del paro de Transportistas
/getHTML/media/1238503
Rubén Vargas sobre inseguridad: "Se necesita inteligencia no estado de emergencia"
/getHTML/media/1238497
Gilmer Meza de Sutep Lima: "Ministro de Educación -Morgan Quero- debería de renunciar"
/getHTML/media/1238485
Alfonso Bustamante CONFIEP sobre inseguridad: "No hay liderazgo, hay ineficiencia"
/getHTML/media/1238306
Mariana Costa de Laboratoria habla sobre sus encuentros Obama y Zuckerberg en La del Estribo
/getHTML/media/1238304
Los mejores libros del siglo XXI según The New York Times | Biblioteca de Fuego
/getHTML/media/1238303
¿Cementos y fútbol femenino? Gabriel Barrio de Unacem en Marcas y Mercados
/getHTML/media/1238207
118 mujeres han sido víctimas de feminicidio en lo que va de 2024
/getHTML/media/1238198
Lo último: allanan la casa de 'Chibolín'
/getHTML/media/1237508
Hugo de Zela sobre viaje a EE.UU.: "Se intentó explicar al Congreso, pero Dina no quiso"
/getHTML/media/1237506
Abraham Levy: "Hay mucho desinterés sobre los incendios forestales"
/getHTML/media/1237484
Darío Sztajnszrajber, filósofo: "Aprendamos a vivir el amor también con sus sombras"
PUBLICIDAD

Luis Davelouis: Mejor que tú

Imagen
Fecha Actualización
Decimos –por costumbre, por convicción, por fe– que el hombre es la medida de todas las cosas. Es la idea madre desde que "el hombre" se puso a sí mismo en la cima de todo lo que dio en llamar "el mundo" o "la creación" y se inventó un propósito donde solo había caminos diferentes de idéntico valor. Nuestra ventaja y nuestra condena.

Ventaja, porque la "altura", aunque fútil, nos dio la autoridad para nombrar y ordenar el mundo que se nos había "entregado". Condena, porque el hombre jamás ha sido un colectivo uniforme y las diferencias que contradecían el enunciado primigenio han encerrado, desde siempre, miedo, rechazo, discriminación y muerte. Primero se teme a lo diferente, luego se le considera extraño e inferior, se le deshumaniza, se le ignora, se le explota y se le mata si no se somete.

Detentar la razón –o "la verdad"– como si fuera un garrote, una metralleta o una bomba es nuestra forma predilecta de imponer puntos de vista: la democracia, la solidaridad, el comunismo, el islamismo, el cristianismo, el judaísmo (la palabra de dios, cualquier dios, la gran coartada). Mi verdad debe prevalecer, aunque haya que matarlos a todos, aunque no esté seguro de ella. Aunque sea mentira. Porque, ¿qué nos da la certeza de tener razón? Si reconocemos nuestras limitaciones frente a nuestros ídolos imaginarios, ¿cómo sabemos si es el vecino el equivocado y no nosotros? No sabemos y no nos permitimos dudar. La semana pasada murieron cientos de personas inocentes porque alguien creyó con toda el "alma" que eran pecadoras. Deshumanizar al "inferior", al impío, al salvaje. Convertirlo en cucaracha. Porque una cucaracha siempre merece morir. Y porque uno nunca sabe cuándo se convertirá en la cucaracha de alguien más.