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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Según una encuesta de Ipsos Apoyo realizada en una CADE, el 52% de ejecutivos o empresarios creía que la única manera de sacar adelante un negocio en Perú era involucrándose en actos de corrupción. Un 48% decía que esto sucedía porque los ejecutivos eran conducidos por personas con valores equivocados. O sea, era culpa de otro.

Filosofar no siempre es impráctico: que alguien se meta por primera vez a realizar una actividad cuyo éxito dependerá de que compre ilegalmente favores o algún otro beneficio puede ser cuestión de desinformación, mala suerte o supervivencia. Pero es muy difícil creer que quienes asisten a CADE son bisoños negociantes.

Quien insiste lo hace a sabiendas y eso se llama reincidencia. Por ello, no le corresponde el atenuante de "la primera vez" ni del "yo no sabía". Es tan corrupto el que compra como el que vende el "favor" o "trato especial". Si no denuncias, si te quedas en el juego, eres cómplice. Aceptarla e integrarla está mal.

La corrupción tiene siempre dos caras. Pretender demostrar que una es "más culpable" que la otra es un esfuerzo inútil. Uno siempre puede elegir, siempre, tanto el que está sentado en la ventanilla del ministerio o de la municipalidad o del Poder Judicial o de la Sunat, como quien, pretendiendo legítimamente un servicio del Estado o incluso pagando sus impuestos, es conminado a "arreglar".

El congresista José Luna (socio del Mudo de Comunicore) y sus colaboradores fantasmas; o Aurelio Pastor y su "mesa de partes" para 'narcoindultos', o los empleados del Banco de la Nación que les roban a los peruanos más pobres (a través del programa Juntos). Todos pudieron elegir, ninguno delinquió forzado.

Decir "todos lo hacen" es una excusa miserable.