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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Ha ocurrido una desgracia. Hasta el cierre de esta columna, había cuatro personas fallecidas en el incendio del cine UVK en Larcomar. Las circunstancias en las que este se produjo son aún inciertas y los tres comunicados oficiales (dos de Larcomar y uno de UVK) no explican ni dicen mucho. Alguno peca de insensible porque no menciona a los fallecidos ni expresa condolencia alguna; por favor, los muertos se murieron en su local.

¿Alguien se imagina que no volverá a ver a su hijo con vida cuando le dice "mamá, me voy al cine" a las 10 de la mañana? ¿Nadie se pudo poner en esos zapatos? Qué brutos y qué poca cosa. Pero quizás no debería sorprendernos cuando vemos cuál es la mayor preocupación de muchas personas tras la tragedia: saber si les van a devolver las entradas o su importe, dado que UVK, comprensiblemente, ha cancelado las funciones hasta nuevo aviso. La devolución corresponde, pero reclamar por el valor de tu entrada al cine en medio de una tragedia así dice mucho y muy mal de demasiada gente. En la misma línea, algunos periodistas, opinólogos y políticos han metido su cuchara y, en medio de la desgracia ajena, se han portado como buitres sugiriendo ataques terroristas o señalando autoridades para hacer ráting o para jalar agua para su posición política. Un verdadero asco.

Siempre se busca responsables entre las autoridades que dieron los permisos y rara vez se señala al infractor, como si el afán de lucro lo hiciera inimputable: "Si no me vigilan, yo voy a ver cómo le saco hasta el último sol a mi inversión". Ah, su inversión, claro. Si coimeó al inspector, es culpa de la municipalidad. Si engañó a Indeci, es culpa de Indeci. Y es que las empresas no van presas, ni cuando matan por negligencia.¿Qué clase de personas somos?