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Luis Davelouis: Todos igualitos
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¿Por quiénes votan las personas? ¿Votan por individuos, caras o planes? ¿Por simpatías u ofrecimientos? ¿No estamos aburridos –y descreídos– de las promesas? ¿Acaso no fue por eso que tenemos este alcalde de Lima, que ganó con el recuerdo difuso de una gestión llena de cuestionamientos y escaleras? ¿No ganó sin decir una palabra de los planes que tenía y, ahora que lo comprobamos, no nos sentimos estafados (soñar no cuesta nada)?
Ya sé por quiénes no voy a votar, pero no tengo idea de por quién hacerlo. No ha aparecido un solo candidato que recoja de manera seria lo que yo necesito o creo que necesito como individuo y ciudadano.
Ayer me reuní con un candidato y, conversando, me quedé con esta idea: ¿qué se les dice a las personas para que voten en uno u otro sentido? Si el voto fuera voluntario, ¿qué se le dice a alguien para que se levante, deje de ver el fútbol, haga a un lado su cerveza, salga de casa y vaya a hacer cola para votar? Hasta ahora, todos los candidatos –salvo quizá uno– han esbozado idénticos ofrecimientos con fórmulas que dicen lo mismo con las mismas palabras: seguridad, plata en el bolsillo y respeto al ciudadano (ni idea de qué puede significar esto último en el lenguaje de un político).
Nadie se levanta de su cama para ir a votar por lo mismo porque da igual quién gane: igual le van a robar, mentir y cobrar como si el Estado le brindara algún servicio decente. Nadie quiere perder lo poco que ha conseguido en estos 20 y pico años de crecimiento. Está claro. Nadie quiere volver a ser pobre. Nadie quiere enfermarse ni ver morir a sus seres queridos. Nadie quiere que sus hijos sean incapaces de mantenerse a sí mismos.
No es una obviedad. ¿Qué necesita que le ofrezcan a cambio de su voto?
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