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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Luego de trabajar 10 años en el mercado de capitales peruano (primero en la Bolsa de Valores de Lima y después en diferentes sociedades agentes de bolsa), decidí que ya había tenido suficiente de ver cómo el interés, la codicia y la especulación de unos pocos impactaba tanto la vida de muchos otros que ni siquiera sospechaban de que serían víctimas de las consecuencias de las decisiones de alguien más. Esto no lo decidí de la noche a la mañana ni, por supuesto, el mercado de capitales es únicamente la descripción que acabo de hacer. O no del todo. Tenía entonces 30 años. Después de pensar alternativas, decidí ser periodista. Hasta ese momento, yo creía que la carrera de Ciencias de la Comunicación consistía en aprender a leer las noticias. No tenía idea de lo que implica realmente.

Mi primer trabajo fue en La Primera de Juan Carlos Tafur y, luego de que la empresa atravesara un accidentado cambio de manos, renuncié y pasé a El Comercio, donde realmente aprendí lo que era hacer periodismo. En febrero cumplí 10 años en mi segundo oficio y he visto algunas cosas que me han maravillado y otras que me han dado asco. He conocido personas admirables que pasan desapercibidas y a miserables admirados. Me he dado cuenta de cuánto se parece al mundo que dejé en hipocresía y mezquindad, en oportunismo y ambigüedad.

Pero hay una diferencia importante. Yo no sé si haya un solo corredor de bolsa dispuesto a subirse a un helicóptero y volar hasta Cotabambas para que la opinión pública pueda decidir, bajo sus propios criterios, qué es lo justo. Porque sí, las más de las veces, las decisiones que toma un periodista cuyo espíritu aún no ha sido quebrado por el cinismo le convienen más a todos que a él.