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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Llegamos al 2017 y a su gobierno le quedan 4 años y medio por delante. En el lapso transcurrido ha hecho usted un gobierno desigual, disparejo y accidentado. Ha hecho cosas buenas, pero las malas siempre sonaron más fuerte. Mucho más fuerte. Tanto que hay quienes se atreven a afirmar que no hizo usted nada. Sabemos quiénes son, sabemos por qué lo dicen y sabemos qué sucede luego, y debe tener usted muy fresco el ejemplo: su ministro de Educación, Jaime Saavedra, a quien se bajaron sin asco y a mentira limpia.

Los hechos, señor presidente, han dejado de importar. Importa el manazo, importa el arranchón y la carrera, importa el hostigamiento, importa el volumen de la mentira, importa la cantidad de veces que esta se repite, importa el concreto, importa no ser "blanco", "caviar" o "pituco"; importa llevar la fiesta en paz a cualquier precio, importa dejar que el país crezca aunque sea conducido por burros rebuznándole a gritos a otros burros.

Usted lo sabe, es un tipo hábil e inteligente. Quizás, quiero pensarlo, está abrumado por el desparpajo de tanta malcriadez y matonería, pero quiero creer que ya reaccionará. Quiero creer. Tras su discurso de 28 de julio me entusiasmé tanto como muchos otros peruanos, de distintas tendencias políticas. Usted describió el país que muchos queremos: un país civilizado. En las últimas semanas hemos visto cuan lejos está ese país, sobre todo si nos dirigimos a él en mototaxi.

Muchos nos sentimos ahora como cuando juega Perú y en los primeros minutos algún delantero pega un puntazo que da en el palo del arco rival. Llenos de expectativa esperamos alguna genialidad que defina las cosas, que ponga el marcador a nuestro favor, pero en cambio llega el gol del rival a los 5 minutos. Su discurso fue ese tiro al palo, el gol ajeno fue la censura de Saavedra. Feliz año, señor presidente. No se lleva la fiesta en paz dejándose pegar.