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Luis Davelouis: Todos somos estrellas
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¿Qué tienen en común Beatriz Merino, César Villanueva, Francisco Miró Quesada, Natalia Málaga, Marisol Espinoza, Franco Navarro y Anel Townsend? Que todos ellos ya tenían perfiles relativamente altos antes de plegarse al equipo de César Acuña.
Pero no solo tienen perfiles altos; Rodolfo Orellana, César Cataño y Gerald Oropeza también los tienen pero por razones distintas. Cada uno de los mencionados en el párrafo anterior tiene una historia y trayectoria que, siendo alguna menos brillante que otra, lo definen como persona, profesional o político destacado, con un capital de años y forjado –casi en todos los casos– a pulso.
Esa parece ser la idea detrás de la estrategia que el Sr. Favre ha diseñado para el candidato César Acuña. Y es que Acuña, pese a su éxito, fama y fortuna es un personaje más bien gris. No está, no estará ni –seguramente– le interesa estar en posibilidades de realizar performances como las que cabría esperar de Urresti, Toledo o García, por ejemplo. Sus jales sí.
Pero, ¿por qué irse con él si muchos podrían tener un espacio en casi cualquier otro partido con un líder menos cuestionado? Primero, porque no hay líderes menos cuestionados entre los candidatos con alguna oportunidad y, segundo, porque es más barato y más fácil. Acuña paga y no tiene identidad política formal, no trae equipaje y el discurso del emprendedurismo les suma a todos. Los 20 primeros lugares de su lista al Congreso con seguridad alcanzarán una curul.
Hay "plata como cancha" para comprar trayectorias, operación política, dorar píldoras, suavizar rutas, desviar observaciones incómodas, acolchar realidades, tomarse las fotos más bonitas y hacer del viaje al Congreso uno más cómodo y menos apremiante.
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