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Luis Davelouis: El club de Ciprani
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El día de ayer, en El Comercio, apareció un comunicado de apoyo y solidaridad al cardenal Cipriani firmado por la crema y nata del poder fáctico de este país, a saber: cabezas de la política, de los medios de comunicación y de la gran empresa privada, incluyendo conglomerados financieros y comerciales. En síntesis, el comunicado dice que se pretende silenciar la voz del cardenal aludiendo, inequívocamente, al hecho de que lo botaran de El Comercio por copiarse y presentar ideas ajenas como propias; o sea, por plagiario. Pero ya sabemos que no es su voz.
"Pero, ¿no puede uno opinar diferente?" Los delitos no son opinables: el hecho indudable es que Cipriani copió y no citó. El plagio es un delito tipificado en el Código Penal y como tal no es opinable independientemente de que, además, en el caso particular, constituye una traición a la confianza del director que lo invitó a escribir.
Los delitos son perseguibles y se procesan de oficio. ¿Cipriani será demandado? Ni cerca. ¿Quiere decir que si mañana le pescan un plagio igualito a Humala apropiándose de las ideas de algún viejo presidente también lo pasan por alto y se solidarizan? ¡Nica! Jamás lo medirían con la misma vara. No es del club.
Sus amigos e hinchas aducen que Cipriani no puede plagiar a su jefe o ex jefes. Siendo esto mentira, aceptémoslo por un minuto. Si fuera verdad, no aplica para quienes no forman parte de la corporación vaticana, ¿cierto? Pero el señor Cipriani también ha usado como propias las ideas de otras personas (Víctor Andrés Belaunde, entre ellos). Lo que dice el comunicado es "este país es nuestro y de nuestras billeteras e influencia, nosotros decidimos qué es condenable, a quién le aplica la ley y a quién no".
Magna democracia, ¿no?
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