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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

En su columna de ayer, mi vecino dice que la izquierda es la más contenta con la derrota del fujimorismo porque este habría terminado de barrerla bajo la alfombra de la historia con su clientelismo/populismo/asistencialismo de derecha. Se apoya en sendos textos de Antonio Zapata y Alberto Adrianzén en los que llaman la atención sobre la urgencia de que la izquierda le arrebate al fujimorismo el voto de "Juan Pueblo".

Primero, habría que darle una mirada al voto distrital de todo el país en primera vuelta y fijarse adónde pasó en segunda y en qué proporción. Sí, a grandes rasgos el sur "de Mendoza" pasó a PPK, pero esto sucedió tras la salida de Guzmán. Una anécdota: en Surco, PPK le ganó por una diferencia de 72,976 votos a Keiko. En Ayacucho, región tremendamente golpeada durante la guerra interna, ganó Fujimori con el 54% de los votos. Salvo en muy pocas localidades, los votos no "pertenecen" a nadie.

Segundo, si el traspaso del voto "rojo" a PPK se produjo por la adhesión de Verónika Mendoza una semana antes del 5 de junio, ¿con los votos de quién PPK pasó de 21% a 40% en las encuestas una semana después de la primera vuelta? ¿Qué dice eso de un voto estratégico de "la izquierda"?

Finalmente, aunque los electores que votan ideológicamente son pocos comparados con los que votan porque "sienten" que les van a solucionar sus problemas, una parte de la izquierda –que paradójicamente también está en el Congreso hoy– cree firmemente que una victoria del fujimorismo habría abonado "a profundizar las contradicciones" allanando el terreno para el retorno (¿triunfante?, ¿justo?, ¿reivindicador?) de la izquierda. Los cerros son naranjas o rojos dependiendo de quien los mire. Pero son marrones.