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Luis Davelouis: Vamos avanzando

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El viernes pasado, a las 6 y 45 de la tarde, el periodista Phillip Butters escribió esto en su cuenta de Twitter: "ese Berckemeyer, éter (sic) debe ser anticatólico… o es rosquete?, ya mucho no!". Me sorprendió porque, en mi experiencia, con Phillip se puede discrepar sin que eso lo convierta a uno en un imbécil, un tarado o un maricón por no estar de acuerdo con él.

Él se refiere al anuncio de El Comercio de no volver a publicar al cardenal Juan Luis Cipriani, a la luz de las crecientes pruebas de plagio presentadas en su contra. Porque parece que era una práctica sistemática que no se circunscribe, como Cipriani intentó argumentar, ni a sus columnas ni a las ideas de miembros de su iglesia (ver Peruanidad, de Víctor Andrés Belaunde).

Muchos simpatizantes del cardenal apañador del cura violador de menores quieren ver una censura a la libertad de expresión del cardenal, lo que constituye una soberana idiotez porque los hechos son estos: Cipriani utilizó ideas ajenas sin citar la fuente, lo que constituye un robo según el Código Penal, la PUCP (de la que es gran canciller) y cualquier institución que se precie de cierta seriedad.

La ferocidad con la que sus simpatizantes lo defienden contrasta con sus argumentos débiles y sonsos. Interesante: el vacío moral que le permite a uno votar por Keiko Fujimori y llamar "errores" a los crímenes del padre es el mismo que le permite defender a Cipriani: para mis amigos todo, para mis enemigos, la ley. La incapacidad de pedir disculpas o disfrazarlas con frases bobas es insultante.

El cardenal seguirá diciendo lo que le dé la gana con respecto a todos los temas porque, además de cura, es un ciudadano peruano y la más alta autoridad eclesiástica en el país más retrógrado de América Latina. Pero vamos poco a poco.