Ana Estrada.
Ana Estrada.

En el Perú una mujer pide una muerte digna luego de 30 años de sufrimiento. Ella es y mañana, en audiencia judicial, se verá su caso.

La psicóloga es una mujer valiente que ya se cansó de vivir muriendo porque así ha sido su vida, y este no es un artificio de juego de palabras. Pasa 20 horas al día en cama, conectada a un respirador. Padece una polimiositis degenerativa. Está lúcida. Y lucha, y da batalla por su final.

“Creo que es un derecho universal el elegir sobre nuestra muerte, así que me emociona que el mundo entero vaya conquistándolo”, dijo a Perú21 luego de que la Cámara de Diputados de España aprobara con amplia mayoría el proyecto de ley de la eutanasia. Hay testimonios tan dolorosos como el de Ana Estrada.

“Creo que es un derecho universal el elegir sobre nuestra muerte, así que me emociona que el mundo entero vaya conquistándolo”, dijo a Perú21
“Creo que es un derecho universal el elegir sobre nuestra muerte, así que me emociona que el mundo entero vaya conquistándolo”, dijo a Perú21

Me conmovió la historia de Jesús Blasco, , donde es contundente: “Yo quiero morir porque amo la vida”.

A los 88 años sufre un cáncer de garganta que le diagnosticaron en 2017, y que le causa terribles dolores. No puede comer, y no desea vivir, pero al parecer la legislación en España no lo favorece. Es como si existiera una escala para medir el dolor, y que la palabra del paciente y de sus familiares más cercanos no fuera suficiente, como si los resultados médicos de “irreversible” no se contemplaran.

Obligarte a vivir muriendo, no lo entiendo, y nunca lo entenderé. Se podría decir que Jesús lleva apenas tres años de padecimientos en comparación con Ana Estrada. Sí, pero historias como la de Ana y de Jesús hay muchas. No importa la edad que tengas. No importa el tiempo que llevas sufriendo, ni el país donde vivas. Lo que cuenta es que libremente esperas descansar como Iván, de 43 años, quien tomó la decisión de morir solo por la Esclerosis Lateral Amiotrófica que lo destruyó más rápido de lo que se pensaba. Se fue sin asistencia hace tres años. “Mi hijo era un halcón salvaje y la ELA es una jaula del tamaño de un periquito”, dijo su madre al diario citado. Iván consiguió el medicamento que terminó con su vida por Internet, y murió solo en casa, para no implicar a los que amaba.

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“Mi cuerpo se sigue deteriorando. Cada día estoy perdiendo más fuerza”, repite Ana Estrada. Mañana, quienes creemos en la vida y en la libertad, acompañaremos a Ana en este pedido, una invocación para terminar con dignidad la vida. Porque vivir muriendo no es vida. Y no es digno.

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