Los muertos que vamos dejando

"El 70% cree que el Estado no hace nada y, en eso, tienen razón. Como en las guerras, los muertos se acumulan y se va perdiendo dignidad y esperanza. Ese será el ánimo cuando, dentro de un año, vayamos a votar”.

Fecha de publicación: 22/03/2025 8:57 pm
Actualización 23/03/2025 – 12:05

En Stalingrado (agosto 1942 – febrero 1943) Hitler perdió lo mejor de su ejército y empezó a perder la guerra. A partir de entonces todo sería derrota y retirada, no tendría ninguna victoria relevante. Fue de lo más sangriento, más de dos millones de muertos al final de la batalla. Sin embargo, durante los primeros meses, parecía que los alemanes se la llevaban fácil. La Unión Soviética no estaba preparada ni tenía armas: había un rifle para cada dos soldados. “Cuando muera el primero, recoges su rifle y sigues peleando”, era la orden. Así los mandaban a enfrentar ametralladoras y tanques. Entre los horrores de la guerra estaban los comisarios políticos. Tenían la triste misión de asesinar a los que retrocedían, como advertencia a los cobardes. Un día, Nikita Kruschev reunió a los comisarios políticos. “No estamos perdiendo cualquier ciudad, sino la que lleva el nombre de nuestro jefe, Iósif Stalin. ¿Qué hacemos? Matar a todos los generales que retrocedan, deportar a las familias de los desertores. Más de lo mismo, no funciona”. “Darles esperanza”, propuso el comisario Danilov, con miedo de enojar a Kruschev. “Aquí solo puedes elegir cómo morir, o por las balas alemanas o por las nuestras. Pero hay otra manera. Debemos hacerles creer que la victoria es posible. Necesitamos ejemplos, necesitamos héroes”. Entre esas historias estuvo la de Vasili Záitsev, francotirador, que de bala en bala se bajó a un montón de alemanes y fue la inspiración de mucha gente. Su gesta coincidió con el desgaste alemán y el contraataque soviético. Ganaron la batalla con coraje y esperanza. Recibió la Orden de Lenin y fue ascendido a héroe nacional. Su rifle se conserva en el Museo de la Guerra en Volgogrado, que es como se llama ahora la ciudad. Enemigos a la puerta cuenta la historia; ganó el Premio del Cine Europeo 2001. Jude Law hizo de Záitsev y Rachel Weisz de su novia Tania Chernova. Kruschev sucedería a Stalin como líder de la Unión Soviética y protagonizaría con John Kennedy la crisis de los misiles nucleares en Cuba (octubre 1962).

En el Perú andamos también en guerra. Los enemigos, que son varios, ni visten uniforme ni tienen bandera. Pero igual matan. El escapero, el que te arranchaba la cartera y corría, ha quedado en un pasado casi romántico. Eso de escapar cansa mucho. Ya no se toman tanta molestia. Te llaman o te escriben, nada de carteras, plata líquida. Te piden que colabores, pero es una extorsión. Si pagas, te ponen un sticker de contribuyente; si no pagas, te matan. Es una suerte de Sunat, pero horrorosamente más eficiente. En la disyuntiva, pagas nomás. El 90% de la población ha cambiado de vida para adaptarse: ya no se sale tanto de casa, el celular ya no se usa en la calle ni se le tiene a la vista, no se lleva efectivo y la tarjeta bien metida en el pantalón (Apoyo Consultoría – Ipsos, marzo 2025). Los homicidios por violencia se han triplicado en un par de años y las víctimas empiezan a ser los que menos tienen: el bodeguero del barrio, el mototaxista que compró la moto con la indemnización por despido, la señora que puso su peluquería en la sala, las amigas que pusieron el nido en un garaje o el vendedor ambulante. También se meten con los que tienen un poco más: con colegios que cierran porque el cupo es tanto que las cifras no dan, o con los grupos musicales, cuyos cantantes igual son asesinados, aunque vayan protegidos, porque la potencia de fuego de los criminales es mayor. El efecto se multiplica; con ellos también se perjudican estudiantes y los entusiastas de la música.  El 70% cree que el Estado no hace nada y, en eso, tienen razón. Como en las guerras, los muertos se acumulan y se van perdiendo dignidad y esperanza. Ese será el ánimo cuando, dentro de un año, vayamos a votar. Ya me diría usted a dónde irá a parar el voto de tanta gente extorsionada. Perderemos también las elecciones si no convencemos a esa inmensa mayoría. Habrá que ver el mundo como ellos, sentir lo que sufren y lo que aman, mirar el futuro desde su ventana y aprender cómo podemos alcanzarlo, entendernos en su idioma, hasta amanecer un día abrazados, creyendo que la victoria es posible. Epílogo al cierre: ministro censurado, marcha exitosa contra la violencia. ¿Será el comienzo?

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