(Getty/Referencial)
(Getty/Referencial)

Nunca he visto a los que hacen política con el catolicismo protestar organizadamente frente a una iglesia por la infinidad de casos de pedofilia dentro de esa institución y suelen mostrase tímidos para denunciar las violaciones, contadas por miles, que mujeres sufren en el país. Pero ya vimos lo que ocurrió el sábado en el Parque Kennedy. En el momento en que distintas mujeres se convocaron para cantar y bailar de forma pacífica con el propósito de llamar la atención sobre la violencia que sufren a diario, unos señorones miraflorinos recalcitrantes se aparecieron, rosario en mano, para enfrentarlas, formar una cadena humana alrededor de la iglesia que nadie pretendía tocar y pedir libertad religiosa.

A estos grupos les fastidia tanto cualquier avance de la igualdad de género que prefieren terminar siendo defensores del accionar de violadores y abusadores. Es como si estuviesen molestos con “estas feministas del mal que ya ni dejan violar en paz”. Vergüenza les debería dar atacar y cuestionar a quienes denuncian ser violadas y no a los violadores.

La forma de conducirse de estos grupos reaccionarios hiede a complicidad y su indolencia es un peligro para la sociedad. Perú es uno de los países más letales del mundo para ser mujer fuera de una zona de guerra. ¿De qué forma enfrentar este problema afecta la libertad religiosa? En la iglesia también hay violaciones y un largo historial de abusos sexuales. Por fuera de ella, las mujeres católicas son también vulnerables a estas agresiones. ¿Qué mensaje les dan a esas mujeres cuando les dicen que protestar contra la violencia y la impunidad las convierte en enemigas de la iglesia?

El fanatismo es un peligro, sobre todo cuando pretenden llevarlo del púlpito a las políticas públicas, mientras violaciones y abusos continúan.

TAGS RELACIONADOS