A propósito del Bicentenario de Ayacucho, seguimos hoy contando cosas que nunca nos enseñaron. 1) Junín y Ayacucho se perdieron básicamente por errores españoles. En Junín, el realista Canterac pecó de optimista al ver adelantada a la caballería patriota y cometer el error colosal de ordenar un inmediato ataque al galope tendido para arrasar a la adelantada caballería rebelde de un solo golpe. Canterac casi tiene éxito (Bolívar ya había dado incluso por perdida la batalla), pero no contó con el inesperado ataque por detrás de los ocultos Húsares del Perú, ordenado por el desobediente Rázuri. Al haber atacado a galope tendido y no, en cambio, ir solo acelerando conforme se acercaban al objetivo, los caballos realistas estaban ya completamente agotados (súmesele la escasez de oxígeno reparador por la altura).
Sobre Ayacucho, hubo varios errores del virrey La Serna. El primero fue no refugiarse en su seguro bastión del Cusco (la capital virreinal), pues ya estaba por llegar la estación serrana de lluvias y las hostilidades quedarían suspendidas. Tal vez su intento de aislar de la costa a su perseguidor Sucre fue porque sabía que seguían llegando más refuerzos colombianos al Perú (ojo que los españoles habían vencido en la batalla de Corpahuico en vísperas de Ayacucho). Otro error fue iniciar la batalla bajando del cerro Condorcunca en lugar de esperar a que los patriotas trepen. Le hubiera sido mucho más fácil repeler ese ataque atrincherado en las alturas contra enemigos que subían al descubierto y cansados. Iniciado el descenso, toda la complicada estrategia española se estropeó al precipitar el oficial Rubén de Celis —desobedientemente y antes de tiempo— el ataque desde su batallón. Por este error de Celis —sumado a tropas indígenas realistas ya desmoralizadas, hambrientas y desertoras— La Serna pierde. Lo que siguió a la derrota fue una vergonzosa masacre de ya vencidos soldados indígenas realistas. Por eso los muertos realistas quintuplicaron a los patriotas (otra cosa que no se cuenta).