Lima, un año más

"484 años después de su fundación española, la capital aún tiene pendiente establecer un proyecto inclusivo y articulado. Que el aniversario traiga ese compromiso de cambio".
Plaza Mayor de Lima. (Daniel Bazán)

Salazar Bondy en sus columnas de hace más de medio siglo denunciaba que las autoridades locales y quienes traían las billeteras cargadas se habían ocupado de destruir sistemáticamente el verde que alguna vez rodeó Lima. La trayectoria de la historia no ha cambiado. Con los años, bajo una equivocada noción de modernidad, los parques en vez de expandirse se han contraído. Los árboles centenarios se han talado para dar paso a estacionamientos, carriles o centros comerciales. Las lomas son invadidas por traficantes de tierras que trabajan coludidos con funcionarios sin escrúpulos, mientras se ha vuelto moneda común privatizar el acceso a las playas o achicarlas para construir nuevas pistas para choferes apurados.

La mejor explicación para esta desgracia es que en Lima todo se compra y todo se vende. La propiedad sobre un metro cuadrado terminó avasallando cualquier otro derecho. El mercado es el rey: solo quienes pueden pagar tienen derecho a tener derechos. El que no paga, no goza. Así, el propietario de un carro tiene más privilegios que una familia entera de peatones.

Lo poco que se planificó en la capital fue para excluir y arrinconar a quienes no fueron bien recibidos cuando llegaron, primero al cuadrante amurallado y, luego, a la Lima tradicional. Esa es la perspectiva colonial de la que Salazar Bondy escribe en Lima la horrible, que nada tiene que ver con la estética de la capital, sino con la manera en que unos intentan imponerse sobre los otros. Hoy, además, se hace con muros, rejas y cemento.

484 años después de su fundación española, la capital aún tiene pendiente establecer un proyecto inclusivo y articulado. Que el aniversario traiga ese compromiso de cambio, porque Lima es, sobre todo, su gente, quienes han hecho de esta ciudad su casa.

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