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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El peor consejero de una autoridad es la obsesión por la revancha, por la refundación. Por querer trazar la línea del antes y el después. Por pretender desconocer y borrar de la historia lo hecho por algún adversario. Así de pequeña es la mirada de muchas autoridades en nuestro país, incluyendo la del propio presidente. Parece un asunto de almas acomplejadas. No puedo entender la actitud del alcalde Luis Castañeda. Se percibe en su humor, en sus palabras y en su pintura amarilla las ganas de desconocer cualquier intento de la gestión de Villarán. Susana hizo lo mismo y sabemos cómo terminó. Castañeda tiene respaldo suficiente como para demostrar, una vez más, que es capaz de gerenciar la ciudad y dar el salto. Pero me temo que la soberbia y su afán de "dar el vuelto" lo están cegando. Él y la ciudad están perdiendo energía y tiempo. El votante, el ciudadano, está más exigente. Ya no se conforma con escaleras y paredes pintadas. También quiere continuidad. Que la ciudad evolucione, que cambie y mejore. Esta Lima de casi 10 millones de personas no va a aceptar que vengan los 'Atilas' a destruir todo para comienzos mesiánicos. Todavía es posible tener una visión positiva de hacia dónde vamos en transporte, seguridad, limpieza, cultura. No nos quedemos en la mezquindad. Dejemos que el Poder Judicial investigue y castigue. Pongamos el mayor esfuerzo en un trabajo integral. Los Juegos Panamericanos y el bicentenario pueden ser grandes incentivos para demostrar que somos capaces de lograr una ciudad con mejores condiciones para vivir.

En Lima queremos que impere el respeto por el otro, aunque sea nuestro enemigo político. Hay varias maneras de hacer bien las cosas. Es cuestión de elevar la razón y la emoción. Parece una mirada naif, pero quiero insistir en mi reflexión para el alcalde Castañeda. Demuéstrenos que es capaz de no odiar. Eso eleva y hace bien. Todavía estamos a tiempo.