Vista panorámica del centro financiero de Lima, en San Isidro. (USI)
Vista panorámica del centro financiero de Lima, en San Isidro. (USI)

¿Recuerda cómo desistió el gobierno de Humala de estatizar la refinería La Pampilla? ¿Recuerda cómo se batieron Alfonso García Miró y César Peñaranda? ¿Viene a su memoria cómo la opinión pública entendió que esa adquisición por parte del Estado afectaría la confianza de los inversionistas? ¿Recuerda el pase de torero de García Miró al ministro de Economía al decirle: “No es recomendable ese negocio por la alta exposición al riesgo financiero y porque se quebrarían las reglas del mercado”?

¿Cómo hacemos para que los líderes de gremios empresariales tengan trayectoria propia y la defiendan con valentía? ¿Quién les ha dicho que es mejor el besamanos, las aproximaciones oblicuas o los caminos de algodones para hacerse respetar? Mírenlo al presidente Vizcarra, ¿acaso hace primero la pedicure antes de pisar fuerte? ¿Qué esperan? ¿Que el último apague la luz y se vaya?

Salgan al ruedo y luchen contra las normas que traban el desarrollo de la economía. Padecemos de una estabilidad laboral absoluta y de un batallón de Sunafil con ideología antiempresarial, empoderado hasta los dientes, que multa a su antojo con disposiciones absurdas e inflexibles. Tenemos un viceministro de Trabajo que declara sobre el despido indemnizado: “Es una alternativa que se maneja en otros países”, “de plano no se puede descartar” y “no se viene discutiendo como alternativa”. Por otro lado, una Federación de Trabajadores Mineros ha pateado la norma que definió qué es causa económica para cese colectivo de trabajadores. Ante estas actitudes divergentes, ¿dónde están nuestros líderes empresariales? Parece que dijeran: “Bien, gracias. Disfrutamos de lo políticamente correcto”.

Así es pues, “no se oye, padre”. El líder pone el pecho, las cosas claras y el chocolate espeso.

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