Libres, por ahora
Libres, por ahora

El juez Juan Carlos Checkley libró a la expremier Betssy Chávez y a los exministros del Interior y Comercio Exterior, Willy Huerta y Roberto Sánchez, de los consabidos 18 meses de detención preventiva solicitados por la Fiscalía, por su participación en el esperpéntico golpe de Estado de Pedro Castillo, en diciembre pasado.

En su criterio, lo adecuado era una comparecencia con medidas restrictivas y el pago de una caución, pues no veía un real peligro de fuga en los investigados. Sin embargo, las sospechas de que los tres habrían cometido delito de rebelión y conspiración podrían conducir a una condena de hasta 23 años y cuatro meses de cárcel. Todo ello, por supuesto en estrecha complicidad con el golpista, hoy confinado en el Fundo Barbadillo.

Conviene recordar que Castillo, por muy cantinflesco que haya sido su intento de violentar el Estado de derecho y la democracia en el país, no actuó solo. Ni mucho menos fue una ocurrencia o un foquito que se le encendió debajo del sombrero. La decisión del golpe fue tomada en conjunto con sus más estrechos colaboradores, es decir, algunos de sus ministros y parte de ese ‘gabinete en la sombra’ cuya existencia tanto negaba.

Hasta el pomposo discurso con que se dirigió a la ciudadanía para comunicar su voluntad de convertirse en dictador del Perú, pese a sus notorias inconsistencias, denotaba un nivel de elaboración y uso de la retórica que le es completamente ajeno al profesor.

De modo que cómplices, sí que los hubo. Difícil que el hombre decidiera dar un paso semejante sin sentirse apoyado al menos por su círculo de confianza. La expremier Betssy Chávez, por lo pronto, según diversos testimonios, fue vista en Palacio tanto en los prolegómenos como luego de consumar el malhadado mensaje a la Nación; se dice incluso que estuvo en contacto con el entonces presidente desde las primeras pruebas de TV Perú en el mismo recinto.

Cabe esperar pues que el juez no se equivoque respecto a los acusados y que a ninguno de estos se les ocurra poner los pies en polvorosa, cuando el proceso judicial comience a apretarlos. Esperemos.