Las AFP son cuestionadas de nuevo, pero en vez de innovar el sistema, se retrocede nocivamente.

Las pensiones como se las conoce actualmente fueron establecidas por primera vez en Alemania en 1889, por Von Bismarck, para quienes alcanzaran los 70 años, cuando la esperanza de vida rondaba los 40 años. Aquello significa que muchos trabajadores pagaban las pensiones de muy pocos jubilados. Sin embargo, han pasado más de cien años y se mantiene un sistema que se implementó cuando la población vivía la mitad de lo que vive actualmente.

En el Perú, la esperanza de vida ronda los 75 años y la tasa de natalidad se encuentra en caída desde hace años. Aquello quiere decir que, si el sistema de pensiones solo fuese público -ONP-, en algunas décadas sería inviable puesto que habría demasiados jubilados y una muy reducida población económicamente activa. Entonces, aquellos que proponen estatizar las AFP y darle el monopolio de las pensiones al Estado están condenando a los futuros jubilados a tener pensiones míseras o incluso no tenerlas.

Entonces, la mejor forma de mejorar las AFP es liberalizando el mercado y eliminando el oligopolio, para que más empresas compitan. Pero más importante es otorgarle la libertad al trabajador para que ahorre como y donde mejor le parezca, así sea en una cuenta a plazo fijo, en una AFP o en efectivo bajo su colchón. ¿O acaso un grupo de burócratas y empresarios sabe administrar nuestro dinero mejor que nosotros mismos?

Por ello, no se les puede exigir responsabilidad a quienes no tienen la libertad de planificar su vejez. Y mientras que no se haga una reforma cuyo fin sea darle libertad de elección al aportante, seguiremos en el mismo debate estéril, en el que todos se creen con autoridad para planificar la vida de los demás sin su consentimiento.