La única manera de acabar con la pobreza es generando riqueza y aliviando con ella las carencias de los más pobres. Un círculo virtuoso de competitividad universal, señala el columnista.
La única manera de acabar con la pobreza es generando riqueza y aliviando con ella las carencias de los más pobres. Un círculo virtuoso de competitividad universal, señala el columnista.

El experimento comunista de los 70 y 80 nos condujo a ostentar el cuestionable segundo lugar de la inflación más alta registrada en el mundo, superada solo por la Alemania nazi luego de la II Guerra Mundial y más recientemente por el dictador Maduro en Venezuela. Consecuentemente, el Perú se polarizó generando odios fraternos y la insania terrorista dejó 25,000 compatriotas muertos.

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Pretendo que los lectores se conviertan en activos voceros de la libertad. Que insten a los candidatos de su simpatía a que asuman posturas propositivas y democráticas en beneficio de todos los peruanos, pero con atención especial a los más pobres. Sin ofensas ni amenazas y en el marco de la ley y la Constitución vigente.

El azote de la inflación y la devaluación de la moneda peruana pegó más duro a los más pobres. No queremos más Estado empresario que descuide sus obligaciones. La única manera de acabar con la pobreza es generando riqueza y aliviando con ella las carencias de los más pobres. Un círculo virtuoso de competitividad universal. Es decir, crecimiento para todos. Es necesario entender que cualquier postulado que coarte la libertad de emprendimiento atentará contra ese 70% de la población que comercia, produce y transforma su realidad a base de su trabajo y esfuerzo.

30 años después, todavía nos estamos recuperando de aquel experimento que llevó al 62% de los peruanos a la pobreza. Hoy con un intolerable 25% de pobres, los electores se sienten distanciados y en posturas extremas.

¿Qué se requiere para nivelar la cancha, para generar oportunidades? Educación, salud e infraestructura social digna. El tema es ¿cómo hacerlo? No hay misterio: el Estado debe contar con recursos económicos para promover y proveer estos servicios. Luego, debe fomentar el libre emprendimiento, bajando las barreras de la formalidad. Los recursos son generados por la actividad empresarial y entregados en administración al Estado a través de la tributación para que este cumpla con su deber. Ahí está el problema. El torpe aparato estatal crece de una manera desproporcional al crecimiento de escuelas, hospitales (incluidos personal de salud y maestros) y en viviendas dignas con servicios de agua y desagüe. Seamos críticos al cuestionar: ¿cómo alivia la pobreza el destinar US$7 mil millones de los peruanos a la construcción de una nueva refinería? Como ven, la solución no pasa por un cambio constitucional, sino por tener a gobernantes a los que les importe la solución de los problemas de falta de oportunidades para los más pobres.

No tropecemos de nuevo con la misma piedra.

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