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Liberalismo 101
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Esta semana leímos y escuchamos posturas polarizadas a propósito del homicidio policial de George Floyd: “no hay (prueba de) racismo” en un extremo versus “el racismo justifica manifestaciones violentas” (incluso contra inocentes) en el otro. Lo curioso es que entre los defensores de ambas posturas varios –no todos– esgrimían defender principios “liberales”.
Hace unos años Alberto Vergara me mencionó como ejemplo de defensor de posturas “nostálgicas de los noventa” porque critiqué la segregación sanitaria –“baños de nanas”– pero advertí no creer que la solución fuera prohibirla por la fuerza. Le respondí explicando mi escepticismo sobre la capacidad del Estado de resolver eficazmente los problemas más allá de las buenas intenciones y, sobre todo, sin cometer abusos. Se armó entonces un pequeño debate –que llamé “la polémica de los liberales”– sobre quién defendía valores más liberales.
Curiosamente en los noventa, mi padre, discípulo de Pedro Beltrán nada menos, despotricaba contra los “sacha-liberales”, incluyendo varios amigos suyos, que amaban al fujimorismo por la libertad económica que enarbolaba entonces (ya ni eso), a pesar del autoritarismo político y la degradación moral con que la acompañaban.
Con esto en mente, y volviendo a Floyd, creo que lo esencial del liberalismo es su humanismo: el individuo como fin en sí mismo. Por tanto, todo abuso de la fuerza es antiliberal. Pero es más grave el abuso policial racista que la violencia de los manifestantes (siendo esta también abominable). La vida es un derecho anterior a la propiedad, a la libertad incluso, pero además la Policía existe para protegerla frente a agresiones de terceros. Si no solo no lo hace, sino que la violenta ella misma, incumple doblemente su razón de ser. No condenar eso es coquetear con el regreso a la barbarie autoritaria.
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