Somos li-bres, hagá-moslo sim-ple, hagá-moslo sim-ple. (Getty)
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Vienen repitiendo en Norteamérica que cada vez que se complica algo hay que usar el Método KISS (Keep It Simple Stupid). Es que mantener las cosas simples o “a prueba de tontos” no solo es gracioso sino razonable. Suyo es que mientras más complicado se diseñe cualquier cosa, las probabilidades de crear confusión y error son mayores.

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El amigo que me contó esto, visitando el Portaviones Midway, hoy un museo en San Diego, supo que el Método KISS era usado por la Marina para eliminar errores. El guía del tour, un ex miembro de la tripulación, comentó que en su cubierta podía despegar un avión cada 40 segundos y aterrizar cada 45. Este preguntó: ¿Saben por qué quien ajusta la catapulta para frenar aviones tiene los brazos levantados? Porque una vez se apoyó en la palanca, liberó la catapulta y el avión siguió y cayó al mar. ¡La Marina aprende de sus errores! Por eso se mantiene con los brazos en alto y el Método KISS.

La simplicidad debe ser apoyada y convertirse en la herramienta preferida de gestión y gobierno. En Estonia, solo te presentas físicamente a tres trámites: matrimonio, divorcio y compra de inmuebles. Lo demás es digital. Se me hace agua la boca al pensar qué tanto ministerio, municipio y establecimiento de gobierno podría desaparecer. El gobierno digital, poderoso medio de simplificación, viene al Perú, démosle la bienvenida.
¿Keep It Simple Stupid nos hizo la vida más fácil? ¿Simplificó el mundo y acabaron las ideologías? No sé. Solo sé que en la complejidad está la letra chica, la guerra, la separación, la exclusión, la mano larga, la hiperregulación, el subdesarrollo, “el cómo hacer para no hacer nada” y la postideología de las imposiciones. Frente a ello, el individuo grita: ¡En lo simple está la libertad, hagámoslo simple!