A partir del próximo otoño, será legal en el Reino Unido la prescripción de medicamentos derivados del cannabis. (Foto: Wikimedia Commons)
A partir del próximo otoño, será legal en el Reino Unido la prescripción de medicamentos derivados del cannabis. (Foto: Wikimedia Commons)

El 19 de octubre se cumplió un año desde la aprobación de la ley que regula el uso medicinal del cannabis. Sin embargo, hasta ahora ni el Ejecutivo ni la sociedad civil se han puesto de acuerdo en desarrollar un reglamento que (i) facilite el acceso a tratamientos a miles de pacientes e (ii) impulse una industria que ya florece en otros países.

Para entender la realidad peruana, se debe revisar el caso de Canadá, país del G20, pionero en fomentar la industria medicinal del cannabis. Si bien ellos legalizaron el uso terapéutico en 2001, dicha industria no pudo despegar hasta el año 2013, con la implementación del Reglamento de Marihuana para Fines Médicos, debido a que la legislación original fue muy restrictiva.
Sin embargo, desde la implementación del nuevo marco legal, los pacientes canadienses que se benefician del uso de cannabinoides pasaron de 12,409 en 2014 a 330,758 a finales de julio de 2018. Gracias a esto, casi 1% de la población canadiense ya no tiene que acudir al mercado negro a buscar tratamientos.

Por si fuera poco, este año la industria de cannabis medicinal canadiense tendrá un valor cercano a US$1,000 millones y generará al fisco ingresos tributarios por US$200 millones (MBD). Este mercado ha creado 150,000 empleos a tiempo completo, cifra que se espera que se duplique en los próximos años. El secreto del crecimiento de la industria canadiense fue la integración con el mercado global, lo que benefició a pacientes, con productos estandarizados, y dinamizó la economía. Por ejemplo, de 2016 a 2017 la cantidad de aceite de cannabis exportado se incrementó en 297% (MBD).

Lamentablemente, en el Perú se está dejando de lado la exportación y los beneficios que podría generarle al país.

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