Las piezas ya están puestas sobre el tablero electoral. Todos los que postularán a la Presidencia ya están inscritos en sus respectivos partidos. A diferencia de otras elecciones, la campaña ha iniciado con casi dos años de anticipación, pero no será una campaña continua, sino que se dividirá en dos etapas.

La primera fase comenzó el viernes pasado, con la fecha límite para la entrega de planillones de afiliados a los partidos, y continuará hasta junio de 2025, momento en el que se cerrarán las inscripciones para formar alianzas electorales. Durante este periodo, habrá una campaña entre candidatos para lograr atraer a otros competidores. En otras palabras, las candidaturas que no despegan en las encuestas se podrán inclinar a ir en coalición con otras más favorecidas por la intención de voto. Este periodo será de constante negociación.

La segunda etapa será similar a las campañas que el Perú siempre ha tenido, con la diferencia de que durará más de seis meses. Esto puede ser un desgaste para la mayoría de los candidatos, ya que más tiempo en campaña significa más tiempo bajo escrutinio de la prensa y los errores se hacen más visibles.

Otro aspecto para considerar es que los candidatos presidenciales pueden ser, paralelamente, candidatos al Congreso. Esto podría ser un incentivo perverso para que personas que solo buscan mayor notoriedad para ganar una curul, postulen a la Presidencia sin verdadera intención de ganar, como lo hizo Fujimori en 1990.

El último factor será el retorno del ‘Chino’, cuya hija lo lanzó de candidato a pesar de que está impedido por la ley. Si algo aprendió el fujimorismo en estos años es a posicionar temas en el debate público, como con los medicamentos genéricos. La ley electoral señala que, si la candidatura presidencial es rechazada por el JNE, se anula toda la plancha. ¿El fujimorismo busca eso para victimizarse y aprovecharlo políticamente para obtener una mayoría congresal?