Foto: América TV
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Un debate es para ganar indecisos cercanos o votos de un contendor similar, sin perder voto propio. Los debates son principalmente una batalla por credibilidad y empatía.

Mendoza la hizo con su look de Betty la fea. Reventó las redes y asociarse a ese personaje le ayuda a desmontar temores, cuando tiene 53% de antivoto (Ipsos, pregunta específica para cada candidato). A las 10:44 p.m. ya celebraba los memes; fue la más espontánea en las preguntas banales y rápida para elegir cuy antes que cebiche o chaufa. Esas minucias importan, igual que los chicharrones. Sus propuestas generan preocupaciones legítimas, pero con más del 90% de indecisos en niveles socioeconómicos C, D y E, durísimamente golpeados por la crisis, difícil que busquen entender disquisiciones macroeconómicas. El debate le sirvió para reducir resistencias y golpear a Lescano.

Fujimori, por el contrario, aunque fuese muy articulada en propuestas, no la hizo. Tiene 70% de antivoto, y el crecimiento de López Aliaga refleja un trasvase respecto a elecciones anteriores. Según ha trascendido, su estrategia no es quitarle votos a López Aliaga (“rayadazo”), sino buscar otros indecisos. La desconfianza es sobre ella: la relación con miembros de su familia y su uso de la mayoría en el Congreso. El mensaje de que la cárcel ha sido una experiencia transformadora, sin un lenguaje corporal (expresión facial, tono de voz, pausas) que lo haga creíble, difícilmente alcanza. Poca empatía al responder sobre las muertes de Inti Sotelo y Brian Pintado.

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Forsyth no mostró suficiente aplomo y naturalidad, comprensibles por su poca experiencia, pero eso es precisamente lo que no le conviene dejar como percepción. Su expresión corporal y sonrisa fueron muy rígidas e innecesarios sus agradecimientos a cada pregunta. Su “mismocracia” parecería un término innecesariamente complejo. Mucho más le habría servido hacer metáforas futbolísticas “ustedes ya jugaron y lo que han demostrado es que no tienen hambre de meter goles; yo habré jugado poco tiempo, pero todo el mundo ha visto que no le temo a los fouls”.  Forsyth estaba obligado a presentar ideas concretas y viables. Le metió un buen golpe a Urresti, pero le salió mal con Fujimori.

Que un político curtido en la polémica como Lescano se haya demorado en apretar el botón para responder al cuestionamiento directo de Mendoza, con Urresti y Forsyth señalándole qué hacer no le hizo bien. El yeso lo obligó a usar su única mano, en un gesto que podía cansar por repetitivo y habría requerido que use mejor los recursos como volumen, entonación y pausas. Su insistencia sobre el satélite a una pregunta muy directa fue aprovechada por Mendoza, no por él. reiterado por Mendoza. No aprovechó el debate.

Urresti no perdió oportunidad de llamar la atención, pero no tengo idea de para qué.

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