Tras la revelación de polémicos audios que involucran a autoridades del CNM en presuntos casos de corrupción. (Perú21)
Tras la revelación de polémicos audios que involucran a autoridades del CNM en presuntos casos de corrupción. (Perú21)

Cada vez más niños preguntan por el significado de la corrupción. Muchos padres me cuentan que, a partir de los 7 años, sus hijos les plantean interrogantes. Es, aproximadamente, a esa edad que los menores interiorizan lo que significa la moral, distinguen intenciones de resultados y reconocen la existencia de imperativos que se aplican a todos.

Ante lo que ocurre en nuestro país, las reacciones se centran, con razón, en bien y mal, asco, culpa y castigo. Pero hay una manera de aproximarse al asunto que es complementaria y que puede usarse cuando nuestro interlocutor es un niño.

La democracia más que elecciones es un asunto de instituciones imparciales, vale decir, que los premios y castigos, el resultado de cualquier gestión, son independientes del color de piel, amistad, riqueza, simpatía política o cualquier otra característica que defina a un individuo.

La corrupción desnaturaliza lo anterior. Castra y entorpece las iniciativas, la competencia, las buenas ideas, complica la vida de manera brutal. Promueve que algunos se la lleven fácil —¿acaso no trata de eso todo lo que venimos escuchando?—, avancen sin merecerlo, mientras que el resto tenemos que movernos por un piso cubierto de brea que va matando nuestros esfuerzos.

Además de ser un asunto de bien y mal, la corrupción es un asunto práctico. Un encarecimiento exponencial del camino de la mayoría y un abaratamiento descomunal para unos pocos que se reparten los recursos independientemente de sus méritos.

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