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La tara ideológica para salvar vidas

El empresario la tiene clara, necesita que sus trabajadores, proveedores y clientes estén bien.

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"¡Qué importa quién distribuye la vacuna COVID –si el sector público o el privado–, lo importante es salvar vidas ya!", sostiene el columnista.
Fecha Actualización
Por Alonso Morales Acosta
Deng Xiaoping, líder del gran salto de China, dijo “no importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato”. ¡Qué importa quién distribuye la vacuna COVID –si el sector público o el privado–, lo importante es salvar vidas ya! Argumentos como “solo se van a vacunar los ricos si la distribuyen los privados” son miopes y absurdos, pues los precios de las vacunas están prácticamente al alcance de la mayoría (precios de US$2.8, US$4, US$9, US$20 hasta US$60) según la negociación y honestidad del gobernante. El costo de las vacunas representa, incluso, un costo menor frente a los de prevención: mascarillas, protectores faciales, alcohol, lejía, desinfectantes, pruebas de descarte. Ni qué decir de los de salud: médicos, enfermeras, medicamentos, balones de oxígeno; y el costo más alto: la pérdida de vidas humanas. Solo eso bastaría para que las personas de los sectores A,B,C y parte del D asuman el costo de vacunarse; quedando a cargo del Estado parte del D y E.
Es más, lo previsible es que, una vez que se levante cualquier impedimento para la participación de privados en la adquisición de vacunas, las empresas estén dispuestas a asumir los costos y así sumar a la recuperación del país.
Es evidente que no es una enfermedad en la que solo importa “mi vida”. Aquí no hay salvación sin los demás. El empresario la tiene clara, necesita que sus trabajadores, proveedores y clientes estén bien. Si puede los vacunaría a todos pues ello es más barato que soportar paralizaciones totales, aforos reducidos, costos de protocolos y lo peor, la inviabilidad de sus negocios. Lo mejor de todo será que no habrá derroche del erario público pues se hará al menor precio y en el menor tiempo posible. Si, además, entre estos hay quienes actúan con responsabilidad social, extenderán sus esfuerzos a los sectores no atendidos. Se criticará diciendo “es solo para posicionar su marca”; ¡quizá!, pero su propio interés estará sirviendo a la sociedad y ahorrando costos al Estado que pueden destinarse a los más humildes.
Todos tenemos valores y todos sentimos ese llamado a la cooperación. Unos desinteresados y otros interesados. Aun en este aspecto el sector privado puede hacer mucho bien bajo su legítimo interés particular. No podemos decir lo mismo del funcionario público que hace mucho daño cuando actúa bajo su ilegítimo interés particular.
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