(Foto: TC)
(Foto: TC)

Los magistrados del TC que decidieron sustraerse de la responsabilidad de determinar las reglas bajo las cuales puede producirse o no una vacancia presidencial por incapacidad moral permanente han decepcionado a la ciudadanía y les han otorgado argumentos a los dos dirigentes políticos que pretenden cambiar nuestra Constitución. Apenas conocido el resultado de tan achicada resolución, los voceros de Antauro Humala y la propia Verónika Mendoza desataron una afiebrada campaña en redes sociales bajo esa consigna.

El partido de Humala ya había presentado una solicitud al Congreso para debatir la necesidad de un nuevo contrato social, mientras la señora Mendoza hacía lo mismo en los foros a los que asistía junto a sus aliados. ¿Ahora resulta que los grandes perdedores después de la movilización ciudadana de los días pasados –el vocero antaurista Edgar Alarcón ni siquiera se atrevió a conectarse para votar cuando se presentaron las listas en el Congreso y la señora Mendoza fue expulsada por la multitud en el Cusco cuando quiso sumarse a la marcha organizada por jóvenes que protestaban contra los políticos a nivel nacional– serán los que impongan su propia e interesada agenda?

La posibilidad de redactar una nueva Constitución en el contexto de desorden e insolvencia política en el que nos encontramos es demasiado peligrosa. Le ruego a la juventud peruana, que ha demostrado tanta dignidad y coraje, que reflexione y no se entusiasme con la sola idea de cambiar las cosas.

¿Qué pasaría si los integrantes de la asamblea constituyente terminan pareciéndose a los del Congreso del 2016 o a los del Congreso del 2020? ¿Realmente queremos entregarles a personas como esas, arbitrarias, prepotentes, poco reflexivas, que actúan de espaldas a la ciudadanía, la redacción de nuestra Constitución?

La Constitución Política del Perú ya ha sido modificada en distintos aspectos, es cierto que hay artículos que debieran modificarse o mejorarse para que se adapten a nuestra realidad; pero cambiar la Constitución cuando nuestro país no tiene partidos políticos con doctrinas claras, es un riesgo demasiado grande. El remedio puede ser peor que la enfermedad.

Debemos apostar por construir institucionalidad. El Tribunal Constitucional, por ejemplo, debiera conformarse desde otros preceptos. A los tribunos actualmente los eligen los partidos políticos en el Congreso y lo que hemos visto esta semana es que buena parte de ellos respondieron a los intereses de los partidos que los propusieron y eligieron. Eso debe cambiar.

Para que no se repita “la repartija” que refleje la distribución de las bancadas políticas en un momento determinado, lo mejor sería que los miembros del TC fuesen elegidos uno por año y con una votación elevada, como se elige al Defensor del Pueblo. De esa manera, cada tribuno sería fruto de un consenso a partir de sus méritos; y el elegido no respondería a la bancada que lo eligió.

Necesitamos una institución férrea y de carácter constitucional que evite la fragilidad democrática en la que hemos tenido que vivir los últimos cinco años. El Perú requiere autoridades que puedan responder a la ciudadanía, a las necesidades de la patria y no a las urgencias de sus amigos.

Un TC independiente sería realmente el contrapeso a los políticos aventureros e interesados que tenemos que sufrir; y la garantía para los jóvenes que anhelan vivir en democracia y que son capaces hasta de entregar la vida por ella.

TAGS RELACIONADOS