(César Campos)
(César Campos)

Hoy jurará el segundo gabinete del gobierno presidido por Pedro P. Kuczynski. Y si bien sabemos cómo cayó el primero, aún quedan las dudas sobre la necesidad del camino escogido (léase, de la cuestión de confianza). Por supuesto que no se puede gobernar bajo el miedo o la presión, pero tampoco de espaldas a la realidad.

Lo que nos debería llevar a una simple observación: este nombramiento (más allá de los nombres) bien puede ser o el inicio de un nuevo despertar para el gobierno ppkausa o bien el inicio del fin. Y es que, tengamos claro el contexto: primero, la aprobación del mandatario, cercana al 20%, no deja espacios para más errores; segundo, la oposición, lejos de debilitarse negando la cuestión de confianza, se ha fortalecido (lo que veníamos diciendo hace semanas se ha comprobado fehacientemente: el fujimorismo está partido en dos, 71 congresistas que siguen a su líder, y Kenji Fujimori).
A quien el presidente confíe la dirección del Consejo de Ministros deberá entender el contexto, cómo llegaron hasta esta situación (la historia de los 14 meses del gabinete Zavala), y una suerte de FODA en adelante (descubrir las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas presentes). De hacer esto último, verán que la situación es crítica y el futuro, plagado de riesgos.

Así como el gobierno debe hilar fino a la hora de definir su nuevo gabinete (y de articular sus primeras propuestas), igual la oposición debe brindar un espacio al gobierno para reconstituir su equipo y modelo de gestión. Ni el gobierno debe tamizar su gabinete por el filtro fujimorista, ni el fujimorismo debe pretenderlo. Es momento de poner paños fríos, de bajar la temperatura, no de incrementarla, incitando a los radicales de cada lado a proponer soluciones finales.

La situación económica del país empieza poco a poco a dar señales de vida, los empresarios empezarán a retornar a sus inversiones, a demandar nuevos puestos de trabajo y a exigir reformas. El país no puede parar.

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