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Hace pocos días, GfK publicó su encuesta de opinión pública; como recordamos, la popularidad del presidente Kuczynski caía 13 puntos, del 32% al 19% actual. Es la caída, sea en términos relativos o absolutos, más importante en lo que va del gobierno. La noticia remeció a casi la totalidad de los analistas y los columnistas: que 8 de cada 10 peruanos desaprueben la gestión del mandatario, a sabiendas de que no cuenta ni con bancada ni con una coalición política que le permita gobernar, es un riesgo institucional muy alto, más aún si consideramos nuestro precario entorno institucional.

Pero para el presidente Kuczynski la encuesta no era para alarmarse. En resumen, no creía en la encuesta porque no había sucedido nada catastrófico, nada que explique un descenso tan importante. Advertimos, un par de días después, desde esta columna: “Cierto, una observación estadística no explica un fenómeno complejo. Pero cuando la observación es parte de una tendencia, y encima la misma es observada por todas las encuestadoras, pues no puede minimizarse. Por ello es que el presidente Kuczynski, que sabe de estas cosas, debería tener más cuidado en sus declaraciones”. Pues bien, lamentablemente, no nos equivocamos, y lo que observamos en la encuesta de GfK se repitió en la de Datum: cayó 12 puntos, para situarse en 22%.

Que las encuestadoras tengan dos o tres puntos de diferencia, o que la caída sea de uno o dos puntos distintas, por supuesto que no debería llamarle la atención a alguien. Es la tendencia lo importante, cuando las magnitudes son similares, pues con mayor razón. Dicho esto, sí, es cierto que no hay una catástrofe que señalar: la economía no retrocederá 5% este año, no hay muertos por causa gubernamental, ni hemos perdido control sobre el sistema, ni se ha atentado contra la democracia. Pero el mandatario debería saber, a estas alturas, cómo funciona la lógica ciudadana, cómo acumula decepciones y cómo agradece los gestos y/o las victorias. No es sencillo, pero tampoco es imposible revertir esta tendencia.