Filas en los exteriores de centros bancarios. (GEC)
Filas en los exteriores de centros bancarios. (GEC)

“La tasa de contagio ha bajado de 3 a cerca de 1, pero tenemos que bajarla a menos de 1, para evitar el rebote”, dijo el presidente Vizcarra ayer, antes de anunciar la prolongación de la cuarentena. Dos semanas más para que unos la respeten y otros la burlen; para que los que ya aprendieron a cuidarse permanezcan la mayor parte del tiempo posible en sus casas, aislados. Y para que los más necesitados –que desgraciadamente son la mayoría– salgan a hacer largas colas de madrugada frente a los bancos para cobrar un bono o para aglomerarse en los alrededores de los mercados para vender o comprar.

¿Cuánto hemos aprendido Gobierno y ciudadanos en estos 55 días de aislamiento social? El sacrificio tiene que haber servido para algo.

El horario del toque de queda será, desde el lunes 11, a partir de las 8 de la noche. El presidente dice que esta medida se toma para que los mercados y los bancos puedan atender hasta las 4 o 5 de la tarde. ¡Avanzamos! El Gobierno ha entendido que para reducir las aglomeraciones no se pueden disminuir las horas de atención. El efecto ha sido exactamente al revés: ganar esta experiencia le ha tomado al Ejecutivo más de 50 días, pero la enmienda es importante porque el Estado ofrecerá pronto otro bono que beneficiará a millones de personas.

Además, reducir el horario del toque de queda permitirá también aplacar las aglomeraciones que se producen actualmente en los paraderos y buses del Metropolitano, sobre todo entre las 5 y las 6 de la tarde.

Sin embargo, lo que se está por aprender es cómo deben reorganizarse los mercados. No todas las autoridades municipales han estado a la altura de las circunstancias, pero lo que corresponde hoy –que los mercados se han convertido en focos de contagio– es mirar cómo han funcionado los supermercados. Si hablamos de centros de abastos, la experiencia en el sector privado ha sido mucho menos onerosa en términos de salud. ¿No debería el Ejecutivo convocar a esos gerentes para trabajar juntos en la descentralización y en los protocolos de salubridad que requieren los mercados?

¿Y qué pasará a partir del lunes con otros comercios que proveen servicios básicos? Si funcionan las farmacias, guardando el aforo recomendado, ¿por qué no pueden funcionar las ferreterías, las ópticas, las librerías, los talleres que proveen lubricantes a los buses, autos y camiones que sí pueden circular?

Que las decisiones que se tomen no fomenten mayor informalidad. Mientras más se prohíba, menos vamos a lograr. Gobierno y ciudadanos estamos aprendiendo a vivir una nueva realidad, todavía podemos convertir esta crisis en una oportunidad.