El 22 de abril en Honduras se encontró el cuerpo de una profesora en una carretera. Hasta el momento no se dio con alguna señal de su asesino. (Foto: AFP)
El 22 de abril en Honduras se encontró el cuerpo de una profesora en una carretera. Hasta el momento no se dio con alguna señal de su asesino. (Foto: AFP)

El cierre del año trajo un nuevo record de feminicidios en el Perú con 164 mujeres muertas, la gran mayoría a manos de su pareja. Esto levantó olas de protestas e invocaciones a que el Estado apruebe leyes mejores y más severas y se persiga más a los culpables. Rábano por las hojas. El incremento de mujeres asesinadas no es un tema legal, es un tema cultural. Conforme las mujeres adquirimos más poder, más dinero y más libertad sexual, los hombres se sienten más acorralados. Ergo: habrá más mujeres asesinadas. Estamos observando el final de la sociedad del macho dominante y la mujer sumisa. Si Ud., fino lector, sintiera que pierde poder y territorio, que ya no es ni siquiera necesario para aquello que hace mejor que nadie –no, no hablo de manejar– porque ahora hay bancos para eso, seguro pensaría igual. Se lo guardaría para aparentar ser cool y, claro, no pasaría al acto porque no es un troglodita, pero fijo recordaría con nostalgia la época en que la palabra de su papá era ley y su mamá era una santa que fabricaba niños.

Yo me perdí los primeros dos movimientos feministas. El del voto universal a principios del siglo XX porque no había nacido, y el de la revolución sexual de los sesenta y setenta –“sex, drugs and rock and roll”– porque todavía andaba en modo sumiso; las cosas demoran en llegar al Perú. Para cuando se formó la tercera ola, me trepé como surfista y nunca más paré. No vaya a creer que no me encantan los hombres. Los encuentro divertidos, lanzados, tiernos, y excelentes para matar arañas. Sucede también que hay muchos egoístas, exigentes e inmaduros y cuando no se salen con la suya, la cosa termina mal, para uno se entiende. Lo que menos soportan es que uno sea libre. Esa es la raíz de toda la violencia de género. Y eso no lo arregla ningún gobierno.

Me rebaten diciendo que hoy las mujeres pueden ser cualquier cosa, llegar a cualquier sitio, que el famoso techo de cristal estalló hace rato. No lo creo. Simone de Beauvoir lo anunciaba en “El Segundo Sexo” cuando decía no se nace mujer, se llega a serlo. Por todo lo que se reclamaba feminista y libre era engañada en el mejor estilo machista por su pareja y gran amor, el filósofo francés Jean Paul Sartre. Aguantadora la Simone. Cierto que hoy hay mujeres en altos cargos en las empresas. En algunas empresas, no en todas. En política también. Pero ¡ojo!, les exigen más. Deben ser diplomadas brillantes, sin vicios, porque si no, no llegan.

El feminismo habrá ganado cuando eso cambie. Así como no tenemos ningún problema en nombrar a hombres brutos, frívolos o corruptos, yo quiero ver el día en que nombren a la mujer más bruta por encima de un hombre igual de bruto que ella. Ese día quizás no acabe la violencia de género, pero habremos alcanzado la verdadera igualdad.

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