(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)

El anuncio del presidente Castillo en la ONU, sobre su intención de cambiar el Currículo Nacional de la Educación Básica, no puede ser soslayado por el Congreso, ni por la sociedad civil ni las instituciones vinculadas al quehacer educativo. Las clarinadas de alerta sobre las intenciones regresivas de este gobierno han sido muchas y esta amenaza –porque así debe ser tomada: como una amenaza– contra el progreso y el desarrollo del país, no es de poca monta.

Retornar a un desfasado modelo de aprendizajes por objetivos y regiones, en lugar de uno por competencias, acorde a los tiempos que se viven, sería como retroceder 30 años en la educación escolar, como ha comentado el propio Juan Cadillo, primer ministro del sector en este gobierno.

El rechazo al proyecto ha sido general entre los más destacados pedagogos del medio, y no solo debido a que el currículum actual no tiene ni cinco años de implementado (con todo el costo incluido en capacitaciones, desplazamientos e inversiones en material escolar acorde a esos lineamientos).

El Perú no puede permitir que la educación de sus niños y adolescentes sea manoseada como se viene haciendo e intentando hacer desde hace unos años, primero por fanatismos religiosos, y ahora por fanatismos políticos. Porque lo más preocupante es que quienes estarían a cargo de estos cambios serían seguramente los profesores de la Fenatep, que tiene en sus filas a sujetos provenientes del Movadef y el Conare, organismos de fachada de Sendero Luminoso. Un personal docente cuya mayoría, además, tenía miedo de desaprobar los exámenes de conocimientos dispuestos por la última reforma magisterial.

El actual currículum escolar fue elaborado por prestigiosos especialistas y pedagogos. Dejar que sea “reformado” por gente que se mueve por consignas retardatarias más que por conocimientos sería tan catastrófico como devolver la educación peruana a la tutela de los dogmas religiosos. Lo que el país necesita es una educación moderna –conocimientos, valores, habilidades y competencias– que prepare a los estudiantes para salir adelante en el mundo actual.

Tener una escolaridad ideologizada, después de todo el daño económico, político y social que nos dejó el terrorismo, sería muy grave para el país. Que el ministro explique claramente qué quieren cambiar, para qué y por qué. Estaremos atentos.