¿Se ha preguntado cuál habría sido su destino si hubiera nacido en otra familia? ¿Qué tan distinta habría sido su casa? ¿Se dedicaría a lo mismo que hace ahora? ¿Le gustaría la misma comida? ¿Profesaría las mismas creencias? Imagine que la familia en la que nació es una con menos recursos que la que tiene hoy. ¿Tendría aprietos en llegar a fin de mes? ¿Podría pagar el recibo de luz? ¿Habría podido solventar su educación? Quizá sí; quizá no.

Esta es la lotería del nacimiento. Es decir, el azar por el cual usted nace en una familia u otra, lo que determina con qué pie empieza su vida y, la más de las veces, su destino. Es así que alguien que llega al seno de un hogar donde hay carencias económicas tendrá muchas más dificultades para cumplir sus sueños. Mire, por ejemplo, el caso de los bebés prematuros, a quienes ni siquiera se les dio la chance de vivir y retar a su destino. Bebés a los cuales no les dieron oportunidades; madres que se quedan con el corazón vacío; familias que se derrumban y agregan a la lista de sus desgracias la peor de todas: la muerte anticipada.

Por eso, a mí no me gusta nada ese discurso individualista del esfuerzo para salir adelante. Creo que carga a quienes menos tienen con la injusta responsabilidad de vencer todas las adversidades, en una cancha que no está nivelada y que, por el contrario, les lanza obstáculos cada vez más complicados. Dígale a ese niño de 5 años que debe ser bueno en el jardín aunque tenga anemia. Explíquele a esa niña de 10 que tiene que sacar buenas notas aunque pase hambre cada día. Convenza a ese chico de 13 años de que si no se esfuerza no será nadie en la vida, aunque tenga que trabajar vendiendo caramelos todas las tardes. Dígale a ese joven de 19 que debe conseguir un buen trabajo, aunque no sepa escribir correctamente, pues dejó la escuela en más de una oportunidad. Dígales a esas criaturas que han muerto, que solo tuvieron la mala suerte de nacer en esas familias que por pobres no pudieron recibir mejor servicio de salud y que no tuvieron a su alcance medicinas ni incubadoras.

Dígales, por favor, pues yo no podré hacerlo jamás. Más bien, le diré al Estado que no sea cretino y que invierta en dar más oportunidades para todos. Les diré a los ministros que peleen por sus presupuestos para que puedan nivelar la cancha para todos. Les diré a los alcaldes que ofrezcan servicios, especialmente, a quienes más los necesitan, pues son, de verdad, quienes más los necesitan. Les diré a los empresarios que no basta con generar empleo si no generan bienestar. Les diré a los ciudadanos que no pueden esperar estar bien sin apostar por el bien colectivo. Nuestro país no puede andar si hay alguien que pierde injustamente; nada funciona si hay alguien que muere por no tener una incubadora.

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