Nada bien ha caído el otorgamiento de un bono de casi 10 mil soles a todos “los trabajadores del Congreso de la República”. Todavía es un misterio si también les tocará a los propios padres de la patria, que esos peruanos, como todos los demás, padecen igualmente los embates de la economía ¿no? Claro que quizás lo de “trabajadores”, si lo tomamos como distraído adjetivo calificativo, descartaría de inmediato a la mayoría de ellos. Lo paradójico, o más bien indignante, es la justificación de la medida, que la Mesa Directiva fundamenta de la siguiente e insólita manera: “Debido al incremento del costo de vida, las situaciones coyunturales, a la ampliación de legislatura del presente periodo anual de sesiones, a la proximidad de la celebración del Día del Trabajador y en razón de que los trabajadores del Congreso cumplen funciones con responsabilidad, eficiencia y más allá de la jornada laboral”.

Es decir, una serie de argumentos que podrían aplicarse también en favor de millones de trabajadores en el Perú. Pero, cómo olvidarlo, ese hemiciclo de la Plaza Bolívar se ha convertido en una isla de privilegios y prebendas: ellos son los únicos que merecen que el Estado, con el dinero de todos los ciudadanos, decrete un reajuste en sus menguados estipendios mensuales.

¿Y los trabajadores del resto del país? Bien, gracias… contestarán. Sobra decir que decisiones como esta, sin ningún criterio técnico y con nombre propio, hacen inútiles los esfuerzos de instituciones como Servir por lograr escalafones y remuneraciones meritocráticas en la administración pública. Y nadie ignora que la gran masa de asesores parlamentarios está ahí como pago de favores políticos, amiguismo o por negociados vergonzosos como los de la caterva de ‘mochasueldos’ que han salido a la luz en las últimas semanas.

La liberalidad con que manipulan normas y leyes para favorecerse a ellos mismos y a los suyos, se ha hecho patente incluso en la última encuesta de Ipsos que publicó Perú21: el 75% de encuestados en todo el país pide desafuero y cárcel para los parlamentarios que han incurrido en prácticas delincuenciales y chantajes al personal que contratan con el dinero del erario nacional. Con políticas tan escandalosamente desatinadas, estos representantes solo le hacen el juego a revoltosos y extremistas. Señores legisladores, entiéndanlo de una vez: el Congreso no es su ‘Isla de la Fantasía’ particular.

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