¿Alguno duda que Donald Trump incitó a marchar al Capitolio el pasado 6 de enero, para ‘impedir que le roben las elecciones’? Trump dijo lo que dijo, y no hay “hechos alternativos”, fakes news ni ningún concepto de ‘realidad virtual’ que puedan ocultar su responsabilidad directa en el ataque de sus violentos simpatizantes a la sede del Congreso mientras los parlamentarios esperaban desesperados la premeditadamente lenta llegada de la Guardia Nacional.
Durante el impeachment, se aceptó, como evidencia antes del voto, la comunicación del republicano Kevin McCharty en que le pide a Trump enviar ayuda para evitar que los asaltantes pudieran matar a todos, y la respuesta de Trump fue que, debido a que su vicepresidente Mike Pence “lo traicionó”, les correspondía a otros impedir el reconocimiento de la victoria de Biden.
En otras palabras, Trump chantajeó a oponentes y defensores haciendo obvio que, en caso de no seguir sus órdenes, estaba dispuesto a dejarlos a merced de las hordas violentas. Aun así, 43 de los 50 republicanos del Senado absolvieron a Trump por oportunismo, mientras esperan al próximo encargado de dominar el partido –sea el trumpismo, otra forma de radicalismo de derecha, o el centro– sin importarles que esta complicidad se traduce en un precedente para futuros mandatarios de EE.UU.
Los republicanos que absolvieron a Trump son aun más responsables que el psicópata Donald, porque sus motivaciones fueron demagógicas, pero la Historia, con H mayúscula, no absolverá a estos 43 que permitieron que su partido y EE.UU. se mantengan secuestrados por un desequilibrado con ínfulas de rey.