(Foto: Violeta Ayasta)
(Foto: Violeta Ayasta)

No pueden haber sido estas lo que se dice unas navidades felices para los peruanos, lo sabemos. Son incontables las familias que no pudieron abrazarce como hubiesen querido: el 2020 que quedará señalado a fuego en nuestra memoria por el COVID-19. Las tragedias vividas de cerca o de lejos, los contagios, el confinamiento, los internamientos, los tratamientos, las pérdidas de vidas, impiden que estas fiestas se disfruten como en otros años.

Las navidades habrán reunido a las familias peruanas, como siempre, pero la cautela recomendada por los especialistas debía respetarse por encima de cualquier otra presunción –muchas de ellas, por desgracia, infundadas– sobre el patógeno. Los números de la pandemia lo dicen todo: millones de contagiados –según proyecciones de los investigadores estaríamos en 10 millones– y cerca de 40 mil fallecidos.

Pero la navidad sigue siendo un símbolo de esperanza al que no podemos renunciar, por más que la celebración de hoy sea atípica y no exenta de comprensible tensión. Y a la esperanza toca esta vez alimentarla a base de esfuerzo, de esforzarnos en seguir cuidando de nosotros y de los nuestros.

Porque no podemos aflojar, no es tiempo aún de pensar que la pandemia es cosa del pasado, mucho menos si la vacunación en el país todavía no tiene fecha segura de inicio y lo más probable es que, masivamente, comience recién a mitad del próximo año. Y la vacuna, aunque será una potente ayuda en la lucha contra el patógeno, tampoco –como repiten los epidemiólogos– será el final de la batalla por la salud pública.

Se habla de celebraciones presuntamente discretas que se vienen organizando para fin de año, de playazos campamenteros, de eventos sociales callejeros, bajo el supuesto, totalmente disparatado, de que en las fiestas al aire libre no hay riesgo. Cuidado: no hagan caso de lo que se dice en las redes sociales y los medios que propalan teorías absurdas sobre la pandemia y las vacunas. La amenaza sigue latente. Las cifras de contagios, además, están subiendo otra vez y la segunda ola de contagios parece inevitable.

De modo que a continuar nomás con la mascarilla bien puesta y manteniendo el distanciamiento social recomendado por los expertos. Es el mejor regalo de fin de año que los peruanos nos podemos hacer en estos momentos.