(Foto: GEC)
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Decía Noah Yuval Harari en Homo Deus: “En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico… Esta clase inútil no solo estará desempleada: será inempleable”. Con estas duras palabras, Harari describía a personas formadas (con competencias) para una economía industrial –siglo XX– que no tienen las capacidades para desempeñarse en la economía digital –siglo XXI–. Aun habiendo puestos de trabajo disponibles, las empresas no tendrían ‘apetito’ por sus perfiles; por esa razón Harari se refiere a ellas como no empleables.

Dice Manabu Sakamoto, paleontólogo de la Universidad de Reading: “Mientras que el impacto de un meteorito sigue siendo el principal candidato para la desaparición definitiva de los dinosaurios, es evidente que ya habían pasado su excelencia en un sentido evolutivo”. Las investigaciones llevadas a cabo por el profesor Sakamoto concluyen que los dinosaurios ya se encontraban en fase de extinción cuando un evento repentino, masivo y catastrófico aceleró el proceso.

Tuve la oportunidad de vivir en España durante la Gran Crisis de 2008 y pude asistir a la confluencia de los dos fenómenos descritos arriba. Si bien la economía desde antes de la crisis empezaba a sacar del mercado laboral perfiles sin competencias digitales, la crisis lo aceleró todo y de pronto una gran masa de personas en la medianía de su vida laboral se encontraron sin trabajo y sin capacidades que les permitan volver al mercado laboral. La Gran Crisis fue el meteorito que los convirtió en clase inútil de un día para otro.

Ahora, desde el Perú, me toca vivir la caída de un nuevo meteorito, la crisis del COVID-19, que empieza a acelerar todo. De pronto, 1.2 millones de personas, solo en Lima, han perdido sus trabajos. Cuando comience la recuperación, muchas de ellas, con sus competencias del siglo XX, se enfrentarán a una nueva normalidad, con empresas más digitales que no los emplearán porque solo tienen disponible puestos de trabajos del siglo XXI, lo cual creará un nuevo bolsón de clase inútil.

Este fenómeno, que no es solo español o peruano, planteará un reto para todos los países: ¿qué hacer con la clase inútil? Cada sociedad, desde su idiosincrasia, debe resolver esta pregunta. Mi gran esperanza es que tanto los gobiernos como las personas que tienen la fortuna de no estar en esta nueva clase no les den la espalda.

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