(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

Cinco meses y cinco días para la primera vuelta electoral. Una segunda moción en el Congreso para vacar al presidente Martín Vizcarra, con muchas denuncias, algunas muy graves, en proceso de investigación fiscal. En el medio, una población harta, dentro de una creciente incertidumbre, en la que disminuyen números de contagios y muertes, pero que muchos prevén que podrían revertirse y crecer furiosamente en una segunda ola del maldito virus. La responsabilidad, otra vez, es de ambos poderes.

El Legislativo con los impulsores del caos, llevados de la nariz por una agrupación manejada por Antauro Humala, capaz de intentar negociar mejoras carcelarias, y hasta indultos, a cambio de seguir empujando al abismo a una nación entera, los que viven en una especie de “casa de Pilatos” absteniéndose en las votaciones cruciales, a ver qué pasa, dónde me acomodo, y un tercer grupo, reflexivo, pensando en que el actual mandatario debe ser procesado y juzgado, al término de su mandato, ahorita nomás.

Por el otro lado, un Vizcarra que sigue pechando, seguro de su alianza con el ciudadano y de las encuestas; además, un primer ministro que comenzó un trabajo concertador, pero que cometió el desliz de “exceder” el rol constitucional de las Fuerzas Armadas, a propósito de la intención del Congreso de vacar al jefe de Estado.

La vacancia, aunque es una figura manoseada, mal utilizada por el Congreso, sigue siendo una prerrogativa de los ‘padres de la patria’, así que lo que le queda al Ejecutivo es defenderse y apechugar. Veremos en las próximas horas si Vizcarra, como ha dicho, va a tomar su propia defensa ante la representación nacional.

Mientras tanto, desde “chollywood”, observando con atención el desenlace de las elecciones gringas. Cuatro años más de Trump o cambio de equipo con Biden a la cabeza. Definición por penales, con nervios de campeonato mundial. Solo vale lavada de manos para evitar el coronavirus.

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