(César Campos/GEC)
(César Campos/GEC)

Casi seis meses después de haberse dado a la fuga, el exgobernador regional de Cajamarca y exlíder de la izquierda antiminera en las provincias norandinas del país, Gregorio Santos Guerrero, cayó en su escondite muy cerca de la ciudad de Rioja, en la región San Martín. Le espera una pena de 19 años y cuatro meses de prisión efectiva por haber incurrido en el delito de colusión simple, colusión agravada y asociación ilícita para delinquir. Es decir, corrupción.

Pese a que en todo momento él y sus partidarios –llegaron hasta postularlo a la Presidencia de la República en algunos de los dispersos frentes de la izquierda– intentaron defenderlo alegando que los juicios que enfrentaba eran parte de una persecución política, la justicia se encargó de demostrar fehacientemente que durante su gestión al frente del gobierno regional, 2011-2014, se había enriquecido ilegalmente a través de millonarias licitaciones manipuladas en favor de los empresarios Wilson Vallejos y Luis Pasapera, quienes, por supuesto, le daban siempre su tajada.

Como se recordará, la figura de Santos ganó notoriedad nacional al encabezar uno de los primeros y más encarnizados movimientos de resistencia a la inversión minera, enarbolando una falaz defensa del medio ambiente y la agricultura, que en su versión y la de sus aliados, iban a ser irremediablemente destrozadas por estas actividades. Su discurso logró calar no solo masivamente en su región, sino también extenderse a otras zonas del país –con tanta o mayor pobreza que Cajamarca– donde surgieron liderazgos cada vez más bélicos y extremistas en contra de todo lo que supusiese explotación minera, sin menoscabo de las mejoras en la calidad de vida que las voluminosas inversiones anunciadas pudieran traer a sus pobladores. El discurso de estos líderes –muchos de ellos confesamente inspirados en las movilizaciones cajamarquinas– no difiere mucho del de Santos.

Esperemos que todos ellos se miren en ese espejo y eviten correr la misma suerte de quien, presentándose ante sus pauperizadas huestes como un defensor de la justicia y la agricultura local, termina hoy su carrera política condenado ejemplarmente por demagogo y ladrón.

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