(USI)
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La próxima Cumbre de las Américas ha enfrentado acon . Esta confrontación es muy útil para ambos mandatarios. El presidente Kuczynski desvía la atención del ámbito local, donde tiene serios problemas, hacia el ámbito regional, donde se puede presentar como un abanderado de la democracia. Nicolás Maduro, por su parte, tiene la excusa perfecta para despacharse contra sus obsesiones habituales –el imperialismo yanqui y los gobiernos de derecha en América Latina– en medio de un llamado a elecciones presidenciales en su país.

A ambos mandatarios los une el hecho de estar realzando la figura de un opositor externo. La idea es simple: crear un enemigo externo para disimular los problemas internos. Esta idea no es nueva y es común entre los políticos populistas.

Esta manera de hacer política ha tenido éxito en los últimos años, sobre todo en un contexto generalizado de desafección ciudadana con la política. El desencanto con la política lleva a extremos las propias ideas y a simpatizar con visiones polarizantes, situación que es propicia para políticos populistas en ambos extremos ideológicos.

Kuczynski está recurriendo a varias medidas populistas (aumento del sueldo mínimo, compra de producción de papa, entre otras) con el afán de darle aire a un gobierno conectado a respirador artificial.

El problema es que no es creíble un gobierno populista desde la encarnación de lo contrario: el lobismo, la arrogancia de la élite y los grupos de interés; enemigos del populismo clásico. Pensar que a Kuczynski lo puede sostener el populismo es como pensar que Maduro se puede legitimar con las próximas elecciones.

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