Aferrados  a la caja
Aferrados a la caja

Ahora que Karelim López comenzó a cantar, se confirma lo que los analistas sospechaban que estaba ocurriendo en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, particularmente desde que se supo lo de la escandalosa licitación para el Puente Tarata III en la región San Martín.

La Fiscalía ha dispuesto ya que un equipo especial investigue todos los proyectos cuestionados y que, en conjunto, según cálculos de El Comercio, superarían los mil millones de soles. Se supo, asimismo, que la Contraloría enviará dos docenas de auditores a revisar la documentación disponible.

Los resultados de estas indagaciones deben difundirse a la máxima brevedad posible, pues constituirían una incontestable corroboración del testimonio de tan conspicua colaboradora eficaz, quien textualmente mencionó “una mafia en el MTC, conformada por el presidente Pedro Castillo Terrones, el ministro Juan Silva, las empresas chinas Consorcio Conservación Vial, Mazocruz… siempre con la participación de la empresa peruana INIP Ingeniería Integración de Proyectos SAC”.

Igualmente, servirá para verificar otro dato de la declaración de Karelim López: “Sé que la casa de Sarratea era la oficina de Pedro Castillo para recibir a los empresarios, que, luego de la reunión, salían beneficiados”, encuentros clandestinos puestos al descubierto gracias a una investigación del programa Cuarto poder, a la que algunos despistados y amigos, o beneficiarios del régimen, se apresuraron a tildar de “humo”. Hoy, ese mismo humo está poniendo contra las cuerdas a un gobierno corrupto, enemigo de la verdad y la transparencia… pues ciertamente –ahora lo sabemos– tenía mucho que ocultar.

El papel del renunciante ministro Juan Silva será también clave en el proceso, pues todo indica que fue el encargado de armar y dirigir los dos brazos ejecutores del MTC para hacer posible este festín con la caja ministerial y los dineros públicos: Provías Nacional y Provías Descentralizado.

Veremos hasta dónde llega la mafia y si nuestras instituciones fiscales, judiciales y de control son capaces de dirimir cuánta uña metió en los presupuestos y, finalmente, desbaratarla, “caiga quien caiga”, como suele decirse en estos funestos, recurrentes episodios de nuestra vida republicana, pero esta vez parece que hay uno que puede caer desde muy, pero muy alto.