Funeral de Alan García
Funeral de Alan García

En vísperas de la fiesta más grande del mundo católico, nos conmociona la terrible noticia del suicidio del ex presidente Alan García.
Las circunstancias, dramáticas, exigen reflexionar.

Con impresionante arraigo popular, elegido dos veces presidente de la República, prefirió morir trágicamente antes que enfrentar una prisión que sentía injusta y arbitraria.

A un ex presidente sentenciado por delitos de lesa humanidad durante el terrorismo se le retiró el indulto. Anciano y enfermo, quizás muera preso. Su hija, lideresa del partido de oposición, ampliamente votada, es investigada por lavado de activos, en un antejuicio mediático cargado de odio, exceso y pasiones. Detenida hace seis meses, sigue sin acusación fiscal.
Un ex presidente constitucional y ex primera dama son llevados a prisión preventiva nueve meses. Liberados por el
mismísimo Tribunal Constitucional, aún sin cargos, a un año de su excarcelación.

Un ex presidente prófugo, en proceso de extradición, con pruebas abrumadoras, anda libre sin ser inculpado.
Los casos descritos, sin olvidar el reciente periplo del defenestrado PPK y expedientes encarpetados, tienen un común denominador: la percepción de que se trata de procesos arbitrarios, irregulares, politizados y extraños. ¿Eso es justicia?

Opiniones divergentes de la comunidad jurídica. Comentarios discrepantes de la academia, del periodismo, líderes de opinión enfrentados. ¡Un caos!
El Poder Judicial no aclara, improvisa, no funciona y junto al Gobierno/Fiscalía fomentan una sociedad polarizada, confundida, una institucionalidad vejada. Este Estado de derecho no propicia el trato digno entre peruanos. ¿Responsables?

La justicia que andaba calamitosa, ¡hoy está ensangrentada!

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