La economía alrededor del turismo está en escombros, señala el columnista. (Foto: Omar Lucas / Somos)
La economía alrededor del turismo está en escombros, señala el columnista. (Foto: Omar Lucas / Somos)

Si algo nos viene enseñando la pandemia, es que a veces los remedios pueden ser tan malos como la enfermedad. Hemos visto medidas muy acertadas, así como otras francamente contraproducentes. Por ejemplo, la cuarentena obligatoria para extranjeros. Nadie discute que debemos estar vigilantes, pero esta no es la manera. Los turistas ya llegan con un test negativo (sin esto no pueden viajar). Es clarísimo que quien tiene el virus no debe estar en contacto con otra gente, ¿pero alguien que no tiene el virus tampoco? ¿Cuál es la lógica? ¿Salió de su país negativo y durante el vuelo se volvió positivo? Desde un punto de vista epidemiológico, la medida no dará ningún resultado. Pero donde sí tendrá un tremendo efecto es en el sector turismo. El golpe se sintió de inmediato. Las (pocas) reservas que empezaban a asomar fueron cayéndose, porque nadie está dispuesto a viajar destinando una semana o más a estar encerrado.

A nuestro rubro, que a duras penas se mantiene a flote, le están poniendo un cinturón de plomo. Y no es ser dramáticos. El turismo receptivo está prácticamente anulado. El turismo interno no anda mucho mejor, pues la mayoría de los atractivos permanecen cerrados (sin importar que sean al aire libre). El panorama es francamente desolador. Para el grande o el chico. Para la aerolínea o el taxista. El gran hotel o el albergue. La galería comercial o el artesano ambulante. La economía alrededor del turismo está en escombros.

Tenemos una ministra que conoce el sector y viene haciendo denodados esfuerzos por modular las normas más perjudiciales. Pero el camino es cuesta arriba. Necesitamos sumar voces. Comprendemos que es vital tomar acciones frente al COVID-19, pero deben tener un costo-beneficio claro. Lamentablemente varias medidas golpean mucho y benefician nada. ¡Corrijamos el rumbo!

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