notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Economista

Como si su largo prontuario de desaciertos no fuera suficiente, el Parlamento le ha asestado una nueva puñalada a nuestro país al aprobar la participación de Petroperú en el Lote 192. La decisión del Congreso es demagógica e irresponsable, viola el Estado de derecho y es un despropósito económico.

Petroperú no debería administrar el lote porque es ineficiente y no tiene recursos para hacerlo. Una reciente auditoría concluye que la situación financiera de la empresa es precaria, a tal punto que no tiene un centavo disponible para nuevas inversiones. Además, de acuerdo con sus propios directivos y la ministra del sector, Petroperú carece de tecnología y equipo humano para explotar el Lote 192.

La calamitosa situación de Petroperú es estructural: el Estado no es un buen administrador. ¿Tan rápido olvidamos el descalabro de las empresas públicas entre 1968 y 1990? Petroperú es ineficiente porque cuando la plata es de todos, no es de nadie. ¿Por qué no aprendemos del penoso desempeño de las empresas estatales petroleras en Brasil, Venezuela y México? Y no solo es que Petrobras, PDVSA y Pemex han tenido rentabilidades notoriamente menores a las de las empresas privadas, sino que se han convertido en nidos de corrupción, en escuelas de malandrines, en ejemplos de hurto desembozado del dinero de los ciudadanos.

No hay que ser adivino para avizorar en qué terminará esta nueva aventura demagógica: menos canon, expectativas incumplidas en la región, menores inversiones y juicios contra el Estado.

Gracias por esta hazaña a todas aquellas tiendas políticas que, olvidándose del bienestar social, apoyaron la decisión dentro y fuera del Parlamento. Ahora sabemos que ni el fujimorismo, ni PPK, ni el toledismo son capaces de actuar con responsabilidad con el país. Sabemos ahora que estos políticos no pestañearán un segundo en cambiar sus principios para acomodarse, cual veletas, al viento del populismo y la sinrazón, si es que ello les da réditos en su afán de llegar al poder a cualquier precio.

Me pregunto, ¿cuál es el sentido de debatir propuestas durante la campaña electoral? ¿Para qué vamos a discutir planes de gobierno con políticos tan proclives al acomodo barato? ¿Podemos creerles algo de lo que prometan?

La reciente medida del Congreso nos regresa al fracasado barrio del estatismo. Muchas gracias a aquellos políticos que se esmeraron en darnos esta meridiana lección de oportunismo y subdesarrollo institucional.