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Redacción PERÚ21

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Economista

El Papa es enemigo del capitalismo. Para el pontífice los tratados de libre comercio, las corporaciones y la búsqueda de ganancias están en contra del desarrollo humano. Francisco I ha llamado a los pueblos a organizarse contra los poderosos para generar un cambio estructural en la economía mundial que redistribuya la riqueza y elimine la desigualdad. Lamentablemente las ideas económicas del Papa están de espaldas a la realidad y a la historia.

El sistema capitalista, tan vilipendiado por el pontífice, ha sido el único capaz de liberar de la pobreza a miles de millones de personas desde el siglo XVIII. Ha permitido que el ingreso per cápita se incremente cerca de 100 veces en vastas regiones del mundo como Japón, Estados Unidos y Europa Occidental. El habitante promedio de estas regiones tiene hoy un nivel de vida superior al de los monarcas de antaño.

Antes de la Revolución Industrial, el mundo era un lugar sombrío dominado por la miseria y la ignorancia. Antes del capitalismo las libertades individuales, políticas, económicas y religiosas brillaban por su ausencia. En el mundo de ayer no había democracia, gobernaban reyes y tiranos que explotaban a los ciudadanos, las ocupaciones y la riqueza se heredaban, la movilidad social era nula. Quien nacía en cuna de oro moría en cuna de oro; quien nacía en la pobreza debía abandonar cualquier ilusión de mejora.

Las ideas de Francisco I no son nuevas. Son, maquilladas, las que Karl Marx enunció en el siglo XIX. Son las mismas que llevaron al despeñadero económico a la Unión Soviética, la China de Mao, la Argentina de Perón, la Cuba de Castro o el Perú de Velasco. Ningún país ha conseguido la democracia, el avance material y la tolerancia religiosa sino a través del capitalismo.

El Papa critica el neocolonialismo intelectual y la concentración de medios, y equipara a la ambición con estiércol del demonio. Pero olvida Francisco I que la libertad, ingrediente esencial del capitalismo, ha sido la medicina histórica contra el despotismo, la arbitrariedad y el oscurantismo. A diferencia del presente, en el mundo de antes era imposible el disenso. Miguel Servet fue quemado vivo por afirmar que la sangre circulaba. Galileo estuvo a punto de correr igual suerte por atreverse a decir, en contra del dogma de entonces, que la Tierra daba vueltas alrededor del Sol.

El capitalismo dista de ser perfecto, pero tiene eficacia comprobada para alcanzar el progreso material. Adoptar las tesis económicas de Francisco I sería una manera segura de perpetuar la pobreza.