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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El monitor Huáscar es un trofeo de guerra. Chile se lo arrebató al Perú durante la infausta Guerra del Pacífico. Es un despropósito mayúsculo, una afrenta a la dignidad nacional, solicitar que Chile nos preste el Huáscar cuando se cumpla el bicentenario de nuestra independencia de España.

El Huáscar dejó de ser peruano la mañana del 8 de octubre de 1879. Aquel día, en Punta Angamos, la escuadra chilena nos derrotó y se apropió, por la fuerza, de nuestro monitor. En su cubierta murieron el Almirante Miguel Grau y otros oficiales que defendían al Perú de la guerra de agresión que el vecino del sur había lanzado el 5 de abril.

La tripulación del Huáscar intentó, sin éxito, hundir el buque antes de que cayera en manos enemigas. Chile utilizó al blindado en contra nuestra hasta el final de la guerra. El Huáscar bombardeó Arica y el Callao en repetidas ocasiones. Navegó frente a las costas del Perú durante años, sembrando destrucción y muerte, hasta la firma del Tratado de Ancón.

Los trofeos de guerra ni se prestan ni se devuelven. Y como el Perú no recuperará el Huáscar de forma violenta, pues no ha sido ni será política nacional el atacar a los países vecinos, el monitor debe quedar en manos chilenas. Debe ser un recordatorio permanente de nuestra incapacidad para defender nuestro territorio, de la pérdida de las provincias de Tarapacá y Arica, de los patriotas muertos, y de la postración nacional que significó la guerra con Chile.

En efecto, el ingreso per cápita del Perú se redujo en 53% entre 1878 y 1883. Perder la guerra nos regresó al siglo XVII. El país quedó destruido y saqueado, el crédito nacional arruinado. Peor aun, la Guerra del Pacífico ha sido un obstáculo para la integración económica y social con Chile, país al que nos unen tantas cosas desde tiempos ancestrales.

Las finanzas públicas no deben volver a estar en la precaria situación en que se encontraban en 1879. Entonces, debido al irresponsable endeudamiento de sucesivos gobiernos, el Estado era incapaz de financiar adecuadamente a nuestras fuerzas armadas. Las consecuencias de descuidar la defensa nacional fueron funestas. No repitamos jamás ese fatal error.

¿No tienen los parlamentarios que han sugerido que Chile nos preste el Huáscar otras formas menos vergonzosas de perder el tiempo? ¿Qué pensarían Grau y los patriotas que entregaron sus vidas si supieran de la estrambótica idea de estos parlamentarios?

Dejemos al Huáscar y a la Guerra del Pacífico en el siglo XIX. Perú y Chile tienen mucho que ganar si caminan juntos hacia el desarrollo en el siglo XXI.