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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Durante el quinquenio humalista, era vox populi –y motivo de un amplio debate– la injerencia de la Sra. Nadine Heredia en el Ejecutivo. No era, por cierto, un chisme: si querías algo del Ejecutivo, bueno o malo para el país, el enlace era la Sra. Heredia; y si el Gobierno quería algo de alguien, pues ídem. La Sra. Heredia viajaba en representación del Ejecutivo, se reunía con los líderes gremiales, recibía a empresarios y políticos, viajaba en delegaciones ministeriales (y era ella quien recibía los honores), y así. No se ocultaba, no lo escondía; muy por el contrario, se jactaba de eso.

¿Quién determinó que fuera ella quien lidiara, esa "primera vez", con algún tema que no le competía? Probablemente no estuvo, siquiera, en discusión. Por las campañas de 2006 y 2011, así como por las agendas, queda claro para cualquiera que ella asumió desde muy temprano ese liderazgo. Y claro, ya en la oficina y con el poder en las manos, todo se le subió a la cabeza. "Borrachita de poder", dijo su suegro, y no le faltaba razón.

Pero el licor con el que se emborrachó la Sra. Heredia fue provisto por alguien y, con el tiempo, fue incentivada por otros para que siga libando. Recordemos las columnas escritas a favor de su presencia en la gestión: dado que el esposo no entendía nada, había que agradecer su presencia, ya que era ella quien mantenía el modelo en marcha. Con el tiempo llegaron, por supuesto, a verla como candidata.

Cuando ya estaba claro para el país quién nos gobernaba y cuando la correlación de fuerzas en el Congreso varió, se puso a la premier Jara en riesgo. ¿Y qué pedía la oposición? Que la Sra. Heredia dejara el poder. ¿Y qué hizo ella? Demostró, como nunca, que era ella quien tenía el poder: zarandeó a medios y líderes de opinión para que digan que ella no mandaba, y así ocurrió. La acusan de "usurpar funciones", pero ella usurpó mucho más que eso.